YOUNG FRANKENSTEIN – EL JOVENCITO FRANKENSTEIN
Young Frankenstein, El jovencito Frankenstein en nuestro país (España) es una película que parodia un clásico del cine de terror.
El jovencito Frankenstein está basada en la novela gótica Frankenstein o el moderno prometo de la escritora británica Mary Shelley.
INTRODUCCIÓN – COMEDIA DIVERTIDA, LOCA Y MONSTRUOSA
En lo alto, el oscuro castillo se ve envuelto por una música… De pronto, ese violín que no deja de sonar (que parece hacer el mismo ruido que el maullido chirriante de un gato cuando le pisan la cola, leñe).
En el siniestro castillo solo una ventana -a la izquierda y centrada- emite luz.
Llueve con intensidad.
Antorchas encendidas… Bueno a ver, encendidas, lo que se dice encendidas no están, porque la electricidad aún no se ha inventado. Tienen fuego ¿Vale? Bueno pues a ver, volvamos a empezar.
Antorchas encendidas prenden de las paredes de piedra; hay arcos. Más antorchas (también encendidas, con fuego vamos), una columna que culmina en una estatua diabólica; una escalinata, grandes aldabas redondas de hierro.
Es una noche fatídica de tormenta.
Los rayos centellean en el tronco de un árbol y el estruendo de los truenos nos acerca a la vidriera de la ventana.
En la estancia el reloj de pared marca la hora bruja, las 00:00 horas. El calor que desprenden los leños de la chimenea contrasta con la frialdad del ataúd. En la tapa se lee: Baron Von Frankenstein.
El Baron Von Frankenstein… Ha muerto.
La tapa se abre repentinamente. El esqueleto, enfundado en ¿Lujosos ropajes? Yace inerte. En sus manos hay una caja. Alguien tira de ella; pero los huesudos dedos no la sueltan ni a tiros, ni con ellos.
Y tras un forcejeo… Me piro vampiro
pues me llevo la caja tararí tarariro tariro.
El jovencito doctor Frederick Frankenstein (Gene Wilder) cuyo nombre completo es Doctor Baron Frederick Von Frankenstein… Perdón, quise decir Fronkonsteen (“Fronkonstin”), es un venerado conferenciante que imparte charlas en una universidad de medicina americana y es nieto del famoso doctor Victor Frankenstein, quien gustaba frecuentar los cementerios y desenterrar a los últimos muertos para extraerles los órganos con la intención de devolverles a la vida.
Sin embargo el doctor Fronkonsteen, cuando un alumno (Danny Goldman) le habla y pregunta con insistencia sobre su abuelo y el empeño que tenía por resucitar a los muertos, reniega de todo vínculo familiar con él, tachándole de brujo y lunático, afirmando que poseía una mente enferma.
Alejado de las teorías y fantasías del abuelo, ante los estudiantes universitarios pone en práctica los conocimientos basados en teorías reales de la asignatura de ciencia. Y en esta ocasión la persona elegida para tal fin es el señor Hilltop (Lian Dunn).
Terminada la clase el señor Gerhart Falkstein (Richard Haydn), tras un largo viaje, le hace entrega de la caja (sí, esa que el otro no soltaba ni bien ni mal).
La caja misteriosa contiene el testamento de su bisabuelo: el Baron Beaufort Von Frankenstein.
El Doctor Baron Frederick Von Frankenstein ha heredado un castillo en Transilvania.
En la estación del tren el doctor Fronkonsteen, instantes antes de partir a Transilvania -vía Nueva York- acompañado de Elizabeth (Madeline Kahn), su prometida, se despide de ella amorosa, cariñosa y apasionadamente… O al menos lo intenta de todas las formas posibles. Solo que le resulta una misión imposible. Y es que al intentar besarle los labios, tocarle el cabello, abrazarle, cogerle las manos, lo único que le viene de vuelta es la actitud de una chica que vive para y por las apariencias -en el sentido estricto de la frase- mientras exclama y pronuncia palabras empalagosas como ¡Oh, amor mío! ¡Oh, querido! ¡Oh, Freddy!
Y sí, no la puede tocar ni con un puntero láser pues parece ser que tiene una mentalidad más antigua que los balcones de madera y desea llegar virgen al matrimonio.
De nuevas, y en otra estación de tren, el doctor Fronkonsteen espera. Y entre la espesa niebla, tras el ruido de un arrastrar, escucha como le preguntan: ¿Doctor Frankenstein?
(Mal empezamos majo ¡¡¡Es Fronkonsteen!!!).
Frederick Fronkonsteen acaba de ser recibido en Transilvania por Igor o Aigor (Marty Feldman).
Igor o Aigor, o como sea, es un jorobado gafado, imprudente y miedica de aspecto sombrío, y mirada… Eh, digamos de mirada desviada, que está al servicio de “Herr” Falkstein (osea, de Gerhart Falkstein).
Al salir de la estación Igor le conduce a una destartalada carreta de “paja”. En él aguarda recostada Inga (Teri Garr), una bella muchacha, ligera de cascos, que será la ayudante de laboratorio de Freddy.
Tras una caminata donde no han faltado la niebla, los relámpagos y el aullar de los licántropos (los hombres lobos de toda la vida) se otea el castillo.
A su llegada al castillo Frederick es recibido, esta vez, por la ama de llaves, una estirada mujer llamada Grau Blücher (Cloris Leachman) quien se dirige a él como Herr Doktor.
Y aquí hay algo extraño. Porque cada vez que alguien pronuncia el nombre de Grau Blücher los caballos relinchan.
Ya dentro del castillo es llevado a la que va a ser su habitación, que es la misma en la que se alojaba su abuelo Victor.
Al entrar, el doctor Fronkonsteen le pregunta a Grau Blücher (los caballos relinchan) por la biblioteca privada de Victor. Sin embargo la mujer niega su existencia.
Esa noche de luna llena Frederick sufre una pesadilla y es despertado por Inga… Y entonces, ambos escuchan una música: la de un violín.
La música parece salir de detrás de la estantería de libros que hay en la habitación. (Y sí, sí. Sale de allí, sale de allí).
Detrás de la pared unas escaleras descienden a un pasadizo. Y Frederick e Inga bajan los escalones, al son de rayos y truenos, junto a grandes telarañas y una rata mugrienta.
Abajo, Freddy e Inga descubren un antro donde, entre otros enseres, hay baldas con calaveras. Cada una tiene un letrero donde reza el tiempo que llevan muertas. Cuando llegan a la quinta cabeza de chorlito leen: recién muerto…
-¡Hola!-. Grita la voz de Igor, que cantando alegremente dice así .-“Nadie me quieereee, nadie se preocupa por mí. Tacataca tacataca cha”.
-¡Igor!-. Exclama el doctor Fronkonsteen.
-¡Frodorick!-. Exclamará Igor.
Pero… ¿De dónde viene la música? Y buscando juntos al violinista dan con la biblioteca privada del abuelo de Frederick… Y encima de una mesa está el libro titulado Cómo lo hice, por Victor Frankenstein.
Con inusual fervor Frederick comienza a leer el libro, hasta llegar al pleno convencimiento de poder revivir la materia muerta.
El ahorcado oscila. Llueve intensamente; y no tardan en darle una sepultura cristiana (ya no llueve).
El doctor Fronkonsteen y Aigor acceden al camposanto para profanar la tumba (no llueve, de momento claro porque en esta película nunca se sabe, y con lo gafe que es Aigor… Jolines ¿Ves? Ya está lloviendo otra vez).
Saliendo del cementerio llevan el cuerpo sin vida en la carreta. Están calados de pies a cabeza puesto que ahora, precisamente ahora, llueve a cántaros (cachis en la mar).
En la oscuridad, tirando de la carreta, que ha de pesar como un muerto (nunca mejor dicho), deambulan con rapidez por las calles. Tienen un consuelo, no llueve.
Pero como las prisas no son buenas para nadie, y no hacen distinciones entre vivos o muertos, la carreta tropieza, y con ello el ataúd -tras deslizarse- ¡Catacroc! Cae al suelo, con tan mal pata que se abre, y por la apertura, sale un brazo.
El alguacil Henry hace la ronda. Alertado por el trastazo se acerca a la carreta para interrogar a Frederick.
Viendo que todo está en orden se va, despidiéndose amablemente (bueno, bueno, si él supiera la verdad se iban a ir de rositas).
En la mesa de operaciones del laboratorio reposa el cadáver del ahorcado. Es un gigantón.
El doctor Fronkonsteen está satisfecho. Ya tiene un cuerpo. Ahora solo necesita una cosa más: dotarle de inteligencia.
Igor, encomendado por su amo y maestro, acude al depósito de cerebros para robar el del científico y santo Hans Delbruck. Pero a causa de una imprudencia se le cae el envase de cristal que lo conserva. Ante el desastre, y para evitar que Frederick se enoje con él, roba otro cuya etiqueta especifica en mayúscula la advertencia:
¡NO USAR ESTE CEREBRO!
-ANORMAL-
La operación ha sido un éxito.
En el laboratorio Freddy e Inga, y Aigor, se preparan para el descabellado acontecimiento. Para ello siguen los dictámenes que dejó escritos Victor Frankenstein.
El cuerpo muerto -horrorosísimo o bellísimo, según se quiera ver- es la obra del doctor. Y la madrugada cumple con todos los requisitos.
Esa madrugada la Muerte y la Vida van a echar un pulso. El doctor Fronkonsteen ha puesto toda su esperanza: la vida le va a ganar la batalla a la mortalidad. Sin embargo…
Oh, el experimento ha fallado.
En ese momento de desánimo Freddy recibe el consuelo de Inga.
El doctor Fronkonsteen habla con calma, sabe que no debe perder la dignidad ni la serenidad. Por ello, dando la espalda resignado a su obra… Se gira de sopetón para agarrarla por el cuello fuertemente con las manos y ahogarla enérgicamente de segundas mientras profiere insultos y la maldice por seguir muerta.
En el pueblo, y reunidos los representantes de la Comunidad, discuten acerca de los pormenores de la presencia entre ellos de un nuevo miembro de la familia Frankenstein, y están dispuestos a iniciar un motín. Para aplacar los ánimos, los que dirigen el cotarro, hacen entrar en la sala a la autoridad que sabrá poner cordura y rectitud en tan delicado asunto: el Inspector Kemp (Kenneth Mars).
El inspector Kemp -con un monóculo y su brazo artificial articulado, ora sí, ora no atascado- tras intentar hacerse entender, ya que a veces, ni él mismo se entiende en su alemán (o por decir, por ejemplo “fasos” en vez de pasos) les comunica que lo mejor es que él haga una visita al jovencito Frankenstein.
En el castillo la máxima preocupación de Frederick es su reputación. El fracaso le ha quitado el apetito; sin embargo, tomando el postre con Inga y Aigor… Tras oír unos sonidos… Oh, qué alegría más grande Dios mío.
¡Su creación está viva!
En el laboratorio el doctor Fronkonsteen… Perdón, quise decir Frankenstein, libera a la Criatura (Peter Boyler) y comienza a darle órdenes. Pero la Criatura, en vez de comportarse de forma inteligente, lo hace ilógicamente y han de ponerle un tranquilizante. Es entonces cuando Fredderick descubre que el cerebro que robó Igor era de un fulano llamado A Normal.
El monstruo que ha creado es “a normal” y no habla.
¡Ding dong! ¡¡¿Que ding dong ni que ding dang sino hay timbre?!! (Ejem, ejem. Un lapsus lo tiene cualquiera por Dios, ni que hubiera yo matado a alguien).
La puerta principal del castillo está siendo aporreada.
¿Quién puede ser a estas horas ¡Pardiez!?
El inspector Kemp y el jovencito Frankenstein (ahora Herr Doktor y Herr Baron) charlan en el salón al calor del fuego de la chimenea al tiempo que echan unas partidas a los dardos y toman unas copillas. Y entre tragos y trampas, el inspector le transmite la preocupación del vecindario. Y le advierte: “no quieren monstruos, así que tengamos la siesta, digo, la fiesta en paz”.
Una exultante ama de llaves entra en el laboratorio. En la mesa de operaciones la Criatura, de nuevas con sus ataduras, va a ser liberada por ella.
En ese instante Frederick, Inga y Aigor irrumpen en el laboratorio y cogen a Grau Blücher (los caballos relinchan) con las manos en la masa.
-“Oh, no, no le ayude. Está loca, no le suelte. Tenga cuidado, su cerebro no es normal”.
Pero la mujer, ignorando las palabras de Herr Doktor, le contesta:
-Yo no tengo miedo. Sé lo que le gusta-. Y tomando el violín, lo hace sonar.
La Criatura, al escuchar la música, se serena y hace amago de estar cazando mariposas o gamusinos.
El violinista siempre fue el ama de llaves. Tocaba el violín porque la música está en la sangre de todos los Frankenstein. Tocaba el violín para atraerles al libro y al laboratorio. Pero… ¿Por qué, por qué? ¡Porque el abuelo Victor y ella se entendían!
La Criatura, escapando del castillo, se pierde en la oscuridad empapándose con el agua de la lluvia.
La noticia de que el monstruo se ha perdido es sabido por todo el pueblo. Un padre de familia asegura el hogar con tablones para proteger a su esposa y a Helga, la hija pequeña (Anne Beesley).
Mientras, Helga y la Criatura -ajenos a toda preocupación- juegan inocentemente. Lo único que… La niña es un pelín gritona y mandona y esto, al Monstruo, le tiene más mosqueado que un pavo el día de Navidad.
En un raso del bosque una cabaña pinta el paisaje. De un gramófono que hay dentro fluyen los acordes celestiales del Ave María. Allí vive Harold (Gene Hackman) un monje anacoreta ciego que -rosario en mano y arrodillado- ruega con devoción al Padre que le traiga a un compañero para que le haga compañía en su solitaria existencia…
De repente, la Criatura abre de golpe la puerta de la cabaña. (Pues a buena parte fue a venir porque si sale vivo de aquí va a ser de puro milagro).
El regalo caído del Cielo colma de alegría al monje, quien tras acudir a bastonazos en busca del recién llegado, le da una afectuosa bienvenida.
Y designios del Señor, hasta la humilde morada de un pobre ciego a venido a parar un mudo…
-Pero criatura. Entre hijo, entre.
… Y hasta aquí puedo leer (que ya he leído bastante, y vosotros también).
(Solo una cosilla más. Que digo yo: si los gramófonos se inventaron diez años después de que se inventara la electricidad… ¿Cómo es que aquí…? Bah, da igual).
DATOS Y FICHA TÉCNICA
País: Estados Unidos.
Fecha de estreno: 15 de diciembre de 1974.
Duración aproximada: 101 minutos.
Géneros: comedia, terror; película de culto.
Idiomas: inglés y alemán.
Young Frankenstein fue dirigida por el guionista estadounidense Mel Brooks (quién se especializara en el género cómico) y producida por Michael Gruskoff.
Guión: escrito por Mel Brooks y Gene Wilder.
Fotografía: Gerald Hirschfeld (quien fuera cineasta y director de fotografía estadounidense).
Montaje: John C. Howard.
Rodaje en blanco y negro.
Young Frankenstein o El jovencito Frankenstein ha sido llevada al teatro (comedia musical).
Música: a cargo del compositor estadounidense John Morris.
BANDA SONORA ORIGINAL Y PUTTIN’ ON THE RITZ
La B.S.O. de Young Frankenstein consta de 18 canciones, siendo la principal Puttin’ on the Ritz (eso sí, sin desmerecer al violín).
Puttin’ on the Ritz fue escrita por el compositor estadounidense Irving Berlin en mayo de 1927 e interpretada en el film por Gene Wilder y Peter Boyle.
El título de la canción es una frase hecha (vestir de forma opulenta, referido al lujo de los hoteles Ritz) y es una parodia de la escena musical que apareció en la película homónima -estrenada en 1930- protagonizada por Fred Astaire (quien la cantó y bailó).
Acerca de esta canción hay más.
El cantante británico de pop rock Robbie Williams hizo una versión de Puttin’ on the Ritz. El tema pertenece a Swing Both Ways, su noveno álbum de estudio, publicado en noviembre de 2013.
NOMINACIONES Y PREMIOS
Nominaciones:
-Oscar al mejor guión adaptado (1975) a Mel Brooks y Gene Wilder.
-Oscar al mejor sonido (1975) a los estadounidenses Richard Portman (quien fuera ingeniero de sonido) y Gene A. Cantamessa (quien fuera ingeniero de audio.
-Globo de Oro, mejor actriz Musical o Comedia (1975) Cloris Leachman.
-Globo de Oro, mejor actriz de reparto (1975) Madeline Kahn.
-Círculo de Críticos de Nueva York, mejor actriz secundaria Madeline Kahn
-Sindicato de Guionistas WGA, mejor comedia adaptada de otro medio a Mel Brooks y Gene Wilder.
Premios:
-Premio Hugo (1975) mejor interpretación dramática a Gene Wilder, Mel Brooks y Mary Shelley.
-Premio Nébula (1976) mejor guión a Mel Brooks, Gene Wilder y Mary Shelley.
-Premio Saturn (1976) mejor director a Mel Brooks.
-Premio Saturn Awards for Best Set Decoration (1976) a los estadounidenses Dale Hennesy (quien fuera diseñador de producción y director de arte) y Robert De Vestel (decorador de escenarios).