«Es muy posible que Trump impulse una paz en Ucrania, y la baza que juegue sea ir cortando la ayuda a Zelenski»
En los albores del nombramiento del nuevo presidente de los Estados Unidos, se puede admitir que el Mundo se juega el futuro con las decisiones que puedan tomar estos tres personajes; sin embargo, es evidente que falta un líder europeo, para completar el cuarteto de mandatarios que representan a los cuatro territorios que hoy por hoy encarnan los dos polos de poder en la escena geopolítica mundial.
También es cierto que la designación de ese líder, elegido por los europeos, es incierta, aspecto que da idea de la representatividad de Europa en el actual concierto internacional que se abre en 2025. Estados Unidos y Europa desde 1949, fecha de la creación de la Alianza Atlántica, han estado vinculados desarrollando sucesivas estrategias para finalmente hacer caer al régimen comunista que dominaba y amenazaba al Continente; la emergencia extraordinaria de China, la pereza financiera de los países europeos con respecto a sus presupuestos de defensa en la OTAN y la actitud belicosa del Imperio en su mar colindante, a la par de la edificación de unas poderosas Fuerzas Armadas que comprometen la paz en el Mar de la China Meridional, han hecho probablemente decidir al futuro nuevo presidente norteamericano la región indo pacífica como escenario prioritario para su política de seguridad, en el que Taiwan es un punto también caliente; la guerra de aranceles complementará el litigio.
Trump necesitará por tanto resolver el entuerto que le vincula a la seguridad de Europa, en el que la Rusia de Putin es el principal problema por su agresión a Ucrania, y en el que Estados Unidos constituye el principal apoyo, estratégico y financiero de su resistencia; el presidente ruso lleva tres años prácticamente con su “operación especial” sin que solo costosos avances terrestres en el este de Ucrania den alguna señal de éxito, mientras su economía de guerra se resiente y sus levas tienen que acudir a préstamos de ayuda exterior, tan estrambóticos como la introducción en el conflicto de tropas de Corea del Norte, para defender y recuperar su propio territorio en Kursk, algo que, de conocerlo, sería inadmisible para la población rusa ,mientras la China de Xi Jimping es cada vez más fuerte, y en el pasado su competidor en Asia.
Trump no va a abandonar a Europa, perdería su glacis ancestral ante una Rusia siempre potencialmente grande y nuclear, pero va a descargar obligaciones de seguridad en Europa sobre los europeos, acentuando sus cargas financieras, en su propia defensa, y elevando el umbral de dedicación desde el insuficiente ya 2% del PIB, hasta que cubra los apoyos necesarios frente al Este, hoy por hoy prácticamente a cargo de los Estados Unidos, potenciando una organización operativa estratégica europea acorde a sus responsabilidades reales, aspecto que una Defensa Europea no ha sido capaz de erigir hasta la fecha.
Putin no ha conseguido romper la disuasión nuclear que mantienen las dos potencias más importantes detentadoras de este tipo de armas, a pesar de sus amenazas desde los albores de la ya famosa, y algo ridícula, por denominación, operación especial, y de la gestión activa de sus agentes de influencia; ha perdido los mercados de la energía con Europa, su principal herramienta económica, y se ha hecho dependiente de los del “Sur Global”, India y China, en este último caso en gran medida.
Su incapacidad para apoyar al régimen de Bachar Al Assad, y la reducida intervención en la sempiterna guerra larvada Israel/Irán, en la que los judíos han infringido un duro golpe a los aliados de los persas e indirectamente a la Siria alauita, dejan a la Rusia de Putin en una situación de descrédito como aliado, aunque apunte a otro Teatro, el libio y quizás a Argelia, y a su penetración decidida de medrar en el Sahel y Mediterráneo, ante la pasividad de Francia, antigua dominadora de este espacio.
Es muy posible que Trump impulse una paz en Ucrania, al menos lo ha prometido rotundamente en su campaña electoral, y la baza que juegue sea la de ir cortando paulatinamente la ayuda a Zelenski, sin la que la continuidad de la resistencia es exigua , una separación de fuerzas en presencia, necesaria a distancia suficiente de no agresión, la neutralidad de Ucrania, más o menos dilatada en tiempo, y alguna concesión territorial por parte de Rusia en el Donbas, podrían ser los ingredientes iniciales de la gestión del nuevo presidente de los Estados Unidos, dejando el arreglo definitivo para generaciones posteriores.
Xi Jimping prefiere la paz, aunque la guerra en Ucrania esté subyugando a Rusia y obtenga energía barata, pero también sabe que su prosperidad no es el conflicto, su mercado es también Europa y el Continente ahora gasta en defensa, y puede tener que gastar mucho más.
En este contexto cabe pensar que habrá una reacción europea, tardía, en cualquier caso, dado que Francia y Alemania están en sus laberintos internos, y el resto de los socios con varios discrepantes en lo fundamental.
Autor: Ricardo Martínez Isidoro / General de División, r / Presidente de Asociación Española Militares Escritores