«La libertad Sancho, es uno de los más preciados dones que a los hombres dieron los cielos». Miguel de Cervantes Saavedra.
En los países democráticos la libertad individual está siempre amenazada, ya sea por la presión que ejercen los burócratas del Estado, los conseguidores de monopolios y concesiones, los extractores de rentas, los buenistas meapilas que señalan a la gente cual es el «correcto camino» o los cuerpos de seguridad en búsqueda de atajos para cumplir sus funciones.
Esta es la función cotidiana, la que los ciudadanos nos vemos enfrentados diariamente, pero además, y lo más grave, también padecemos la intromisión de los gobiernos menoscabando la separación de poderes y alargando sus tentáculos para someter a los organismos destinados a ejercer como contrapoder del gubernamental.
La calidad democrática, la que comienza y se sustenta sobre separación efectiva de poderes no se cumple realmente en España, lo existente es de hecho una separación de funciones, dado que tanto el Ejecutivo como el Legislativo están en función de la jefatura de los partidos que nombran directamente a sus miembros, encontrándonos con una situación que lleva a los legisladores pro gubernamentales a ser incapaces de legislar y controlar al ejecutivo si antes no disponen del NIHIL OBSTAT del Gobierno, de sus tiempos y de sus estrategias, dándose el contagio que producen unos diputados que tienen sus escaños en función de que su partido les coloque en las candidaturas.
Si el poder legislativo se encuentra sometido a la jefatura partidaria convirtiendo la separación de poderes en una mera separación de funciones, la situación afecta también al Poder Judicial, a su entramado, que aparece contaminado por la acción de los partidos, donde el Tribunal Constitucional o el Consejo General del poder Judicial tienen lo suyo de tributario, en cuanto a su composición, de las cuotas y repartos entre los partidos, donde además de las competencias propias del Estado en materia de justicia se han troceado en diecisiete tribunales superiores de justicia con la indeseada cercanía que tal situación propicia.
No son únicamente el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial quienes se limitan a separar sus funciones, la colonización de los organismos supervisores, los destinados a ejercer como contrapoderes, con afines y compañeros controlando el Banco de España, la Comisión del Mercado de Valores, Defensa de la Competencia, Comisión Nacional de la Energía, Tribunal de Cuentas, Autoridad de Responsabilidad Fiscal … ¡Ah! y por supuesto la Fiscalía General del Estado se encuentran igualmente cercanos.
Esta es la situación, un poder que lo impregna todo deja la calidad democrática de la Nación aspirando a que la separación de poderes y la independencia de los organismos reguladores sea algo cierto, no la entelequia actual.
Autor: Alfonso del Amo-Benaite. Consultor de Mercados & Marketing, pertenece a la Organización Profesional AEDEMO y al European Marketing Council.