Existe un profundo convencimiento de que para eso fue elegida (Isabel Díaz Ayuso); para no tener reparos en decir cualquier cosa, cuanto más gruesa mejor. Ella fue elegida para ser la punta de lanza de la oposición en Madrid. Un Madrid que, después de muchos lustros, podría ser recuperado por “los rojos”.
La pandemia le ha venido a huevo. Lo mismo que le vino la división en la izquierda y la ausencia de una estrategia de esta, para visualizar Madrid como el territorio desde el cual regenerar la política en España. Todos conocen lo de no llorar y la leche derramada.
Unos descontaron una victoria antes de tiempo, otros la derrota. No era un personaje para gobernar, estaba destinada a ser paladín del exabrupto. El protagonismo personal, innato de todo aquel que está en política, la vocación a permanecer en el escenario desde el inicio hasta que caiga el telón, lo tiene bien aprendido. Está educada para ello. Y seguro que sus preparadores también saben lo del arma de Chéjov, principio dramático que señala que cada elemento del relato debe ser imprescindible para su desarrollo, o si no, no debe de estar. Si en el primer capítulo se dice que había una pistola sobre la mesa, en el tercero, como mucho, tiene que ser disparada.
En esta narración, Díaz estaba solo para agitar, tapar, diluir en la bronca la gestión que hizo el PP en la Comunidad de Madrid, y lo está haciendo a la perfección. Amamantada a los pechos de Aguirre y Cifuentes (no hace falta recordar la trayectoria de una y otra). Experiencia de gestión cero patatero, su única preparación la denominada comunicación política. Especializada en Agitprop, la agitación política de la III Internacional o en las enseñanzas del Der Stürmer de los nazis. En definitiva, cómo influir en el pensamiento de la masa haciendo que se sienta atacada por otro, reafirmando su condición de grupo a la búsqueda de enemigo. Hoy varían las técnicas, pero no los fundamentos ni los objetivos.
La cuestión es no hacerse preguntas razonadas. ¿Por qué el 34% de los madrileños tienen una póliza de medicina privada? Nadie va a responder diciendo que es consecuencia de la estrategia seguida durante años para implantar un modelo de sanidad que descapitaliza lo público y asignando beneficios a intereses privados, o se aparenta la construcción de hospitales (infradotados y plantas nunca abiertas). Si la pregunta es ¿por qué los centros de la tercera edad, no les han preocupado a los gobernantes de la CAM durante más de veinte años? Nadie va a responder que “esos viejos no votan, sacarlos es un engorro” (años atrás se hizo). Por tanto, por qué imponer más requisitos de calidad en “los asilos”. Eso hubiera significado subir la cuota a los residentes ¡quién paga esas cuotas si votan! Dígase la verdad… los aparca viejos son un negocio. El equipamiento médico de estos centros es ridículo, una práctica continuada de la sobre medicación (un paracetamol todos los días por si le duele algo y un orfidal para que duerman bien), la permanencia en el puesto de trabajo de sus profesionales es cortísima con salarios de miseria, un personal médico fluctuante con incapacidad de seguir una historia médica en condiciones. El control brilla por su ausencia.
¡Nada sucede por casualidad!
El Defensor del Pueblo en su comparecencia, ante la Asamblea de Madrid el 5 de marzo, para tratar el tema de la situación de las Residencias de Personas Mayores de la Comunidad de Madrid señaló, entre otras muchas cosas, que: “las carencias de carácter más estructural ya detectadas, solo pueden corregirse con una revisión a fondo de las necesidades que tienen los centros residenciales dependientes de la Administración madrileña, en especial en cuanto a estándares y ratios de personal, con el fin de dar una atención centrada en la persona y sus derechos. Una revisión y evaluación que, en cuanto a los estándares aceptables de calidad y seguridad, debe extenderse al funcionamiento de los centros de titularidad privada que prestan este fundamental servicio público”. No podemos ahora sorprendernos de lo sucedido, ni silbar y mirar para otro lado. Aunque, por qué no intentarlo… si nos dejan.
Lo peligroso es que en lugar de silbar arengan. Llaman a los madrileños y a los españoles, que como en el 2 de mayo, salgan a la calle ¡a morir por Dios y por España! Construye relatos de ataques liberticidas, desoyendo a la autoridad competente, a que tome las aceras, a que se tiren por la borda dos meses de sacrificio colectivo. Ella, que es más de Martínez Anido que de Durruti, pero se transforma. No le queda otra. Es un instrumento para instrumentar a otros, a aquellos dispuestos a comprar todo.
En definitiva, la misión que está cumpliendo Díaz Ayuso es para lo que fue designada y entrenada, a nadie debe extrañarle, y lo hace con nota. No hay mejor defensa de la gestión degeneradora de lo público que se ha producido durante veinte años en Madrid, que convertirlo en un ataque al “social-comunismo”, envueltos en la enseña nacional con mantilla y rosario de complemento casual.
Gallardón y Aguirre implantaran el modelo y la misión de Cifuentes y Díaz Ayuso era ser escudos protectores. La primera murió asesinada políticamente el día que quiso ir más allá de lo encomendado; la actual, estaba destinada al sacrificio, pero ha visto posibilidades de convertirse en la ejecutora de todo.
Hace poco un amigo me recomendaba a Thomas De Quincey como un autor que podría ser, el icono de la iconoclastia. Al paso les digo que la iconoclastia será la ideología dominante post-pandemia. De Quincey tiene muchas obras en su haber, tal vez la más conocida “Confesiones de un inglés comedor de opio” y sin duda, “Del asesinato considerado como una de las Bellas Artes”. En este último libro el autor hace una reflexión memorable: “Si uno empieza por permitirse un asesinato, pronto no le da importancia a robar, del robo pasa a la bebida y a la inobservancia del día del Señor, y se acaba por faltar a la buena educación y por dejar las cosas para el día siguiente. Una vez que empieza uno a deslizarse cuesta abajo ya no sabe dónde podrá detenerse”.
¿Y si esto le está pasando a Díaz Ayuso? Algo habrá que hacer para que recupere la sensatez institucional, y sobre todo para que no arrastre a muchos por la pendiente, pues ahora,lo que hay que hacer es poner en marcha España, pero a ese tema ni ella ni Casado nunca llegaron.