En el bienio 1993-1994 el oso pardo cantábrico «alcanzó probablemente su mínimo poblacional», con apenas siete osas con crías en el sector occidental y tres más en el oriental. Los últimos conteos, para el periodo 2017-2018, elevan su presencia a las 66 madres en el primero y trece en el segundo. «Se ha producido un incremento del 10% anual», reproduce el nuevo libro de la Fundación Oso Pardo (FOP). El trabajo considera que parte del estatus jurídico y los instrumentos de gestión que han permitido esta evolución favorable se han quedado obsoletos para manejar un animal que cada vez más merodea cerca de las poblaciones y será avistado con mayor facilidad. La tesis de los autores es que las normas vigentes se hicieron para una especie en peligro de extinción y hoy los retos son otros distintos.
En ‘Osos Cantábricos. Demografía, coexistencia y retos de conservación’ el equipo de la FOP analiza por ejemplo el caso de la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. «La población cantábrica de osos se fragmentó en dos a principios del siglo XX al desaparecer los individuos de la zona central», y en consecuencia para la Lista Roja se hizo un análisis independiente de las subpoblaciones oriental y occidental. En los últimos años sin embargo se ha ido incrementando el número de machos que pasan de un núcleo a otro, y el de hembras que sin asentarse en esa zona intermedia, salen de las fronteras naturales de cada subpoblación.
Hoy hay «una sola población»
El resultado es que «en la actualidad existe una sola población cantábrica, y debe evaluarse en su conjunto, como una unidad», sostienen Guillermo Palomero, Fernando Ballesteros, Juan Carlos Blanco, Carlos Nores, José Vicente López-Bao y Carlos González-Antón, especialistas en biología y derecho público.
La Lista Roja ubicó al pardo cantábrico en situación de «peligro crítico» cuando se estimaba en menos de 50 los plantígrados; ahora está en la categoría de «en peligro» al creerse que hay menos de 250 ejemplares. Los autores estiman que en 2019 había 158 osos maduros; de mantener la tasa de crecimiento en el 10% alrededor del año 2024 la especie dejaría de estar «en peligro» y entraría en la categoría de «población vulnerable».
Más críticos se muestran los investigadores con la permanencia del plantígrado dentro del Catálogo Español de Especies Amenazadas (CEEA). En él figura como animal «en peligro de extinción», algo que se reserva para la fauna «cuya supervivencia es poco probable si los factores causales de su actual situación siguen actuando». A juicio de la FOP, los criterios que se usan para decidir quién está en dicho escenario no son aplicables al oso.
Criterios sin cumplir
«No se cumple el criterio A de reducción de la población en los últimos diez años o tres generaciones, no se cumple el criterio B de reducción del área de ocupación en los últimos 30 años, no se cumple el criterio C de probabilidad de extinción de al menos un 35% en las próximas cuatro generaciones» y nada aconsejaría recurrir al cajón de sastre del criterio D, reservado para situaciones de «carácter excepcional».
«Es evidente que el oso pardo cantábrico ha experimentado en las últimas décadas avances muy notables en su conservación» y que todo indica que en esta misma década avanzará en la Lista Roja internacional desde la situación de «en peligro» a la de «vulnerable». Ha mejorado pero «sigue siendo una especie amenazada. Y la irregularidad señalada en los criterios del CEEA compromete seriamente la eficacia de esta herramienta legal para descatalogar adecuadamente y dar cobertura al oso y a otras especies vulnerables», escriben.
Nuevos conflictos
El estatus jurídico a nivel estatal se ha quedado atrás y otro tanto, afirman, pasa con los planes de gestión de Asturias, Cantabria, Castilla y León y Galicia. El del Principado se aprobó en 1990. Los cuatro «son planes obsoletos que tienen que ser revisados incorporando nuevas medidas de conservación que den respuestas a los nuevos escenarios y retos», reclaman.
Que crezca la especie puede «llevar acompañado un aumento de interacciones negativas entre el oso y el ser humano», previenen. «Puede ser esperable que, localmente, aumente el número de daños a colmenas, a los árboles frutales y al ganado, y para contrarrestarlo hay que establecer protocolos de inspección de daños», investigar si todos los ataques que se le atribuyen al plantígrado lo son y cuándo lo que hicieron fue alimentarse de la carroña de un animal muerto de otra forma, anotan. «Hay que perfeccionar y acelerar los métodos de indemnización para ajustarlos a los costes reales y al perjuicio ocasionado», demandan.
El libro anticipa un escenario con más ejemplares que se acercan a los poblados a alimentarse de los frutales y los contenedores de basura, lo que puede generar «bastante intranquilidad» y situaciones de riesgo.
Fuente: Texto e imagen de elcomercio.es