El exjefe de la agrupación de voluntarios de Protección Civil de Ramales de la Victoria acusado de prender fuego en la Sierra de la Alcomba, en el mismo municipio y hace dos años, ha negado este martes que provocara el incendio con una garrafa de gasolina: «En ningún momento», ha zanjado.
Así, aunque ha admitido que estuvo en la zona a la hora de los hechos, ha alegado que se dirigió al lugar tras ver el fuego y para «comprobar el incendio», que estaba en una fase «inicial», e hizo lo propio después, con un segundo foco en Ruesga, al ver «un resplandor».
«Yo, por instinto, voy al incendio», se ha justificado Luis Trueba este martes, en la primera sesión del juicio contra él, que se celebra esta semana en la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Cantabria.
La vista ha arrancado con la declaración del procesado, que se enfrenta a cuatro años de prisión que pide la fiscal por un delito de incendio forestal agravado, por la extensión de superficie afectada -144 hectáreas- y por las condiciones meteorológicas y del terreno, ya que había viento sur y altas temperaturas y la región estaba en alerta por fuegos forestales.
En el inicio de la sesión, la acusación pública ha modificado su escrito de calificación inicial para rebajar la indemnización solicitada para el Gobierno por las pérdidas en beneficios ambientales, que pasa así de casi 230.000 euros a más de 86.000. Cambio al que se ha adherido la letrada del Ejecutivo, para el que ambas partes piden además casi 9.000 euros por los gastos de extinción, en los que también participaron medios del Estado.
En la sesión han declarado asimismo, como testigos, los agentes de la Guardia Civil que se encargaron de la investigación. Todos ellos sitúan al entonces jefe de los voluntarios ramaliegos -que llevaba en el cargo desde 2017 y que había trabajado como bombero profesional- en el lugar a la hora de los hechos, tras las pesquisas realizadas después de que le incriminaran miembros de la agrupación.
MALA RELACIÓN EN LA AGRUPACIÓN
A este respecto, el acusado ha puesto de manifiesto a lo largo del interrogatorio -en el que ha respondido a todas las partes- la mala relación con sus compañeros de grupo, ya que con todos había mantenido «alguna discusión». Ha destacado que era «nefasta» con uno de ellos y «bastante mala» con otro, que a sus ojos «pasaba de todo».
Precisamente, fue este último el que la noche en cuestión, la del 17 al 18 de febrero de 2019, le vio en la nave donde la agrupación tenía su base y aparcaban los vehículos cogiendo una garrafa de gasolina y una motosierra -herramienta habitual en labores de extinción-. «No me escondo, para nada», ha subrayado el acusado tras relatar que cuando recogía ambas pidió ayuda a su compañero, que «se dio la vuelta».
Trueba también ha reconocido haber hecho comentarios «de forma coloquial» ante los demás sobre lo «seco» que estaba el monte o que se podía quemar con una «cerilla» y ha señalado al respecto que esa jornada había varios focos en la zona.
Así, como estaban a la espera de que les indicaran donde ir -la agrupación depende del Ayuntamiento, aunque al elevarse el nivel de alerta el Gobierno había asumido el mando único y la coordinación de los efectivos-, sobre las once y media de la noche dijo a sus subordinados que fueran cenando.
Entre tanto, él se dirigió con un vehículo de la agrupación -dotado con GPS- a por unas sillas suyas que tenía guardadas en el local para llevárselas a sus primos, que vivían a unos «minutos» de allí. Sin embargó, cuando iba circulando -en dirección a La Alcomba- vio un fuego y se dirigió a él, «por instinto», a «comprobar el incendio», que estaba en fase «inicial».
Ha indicado que era una zona «sombría» que estaba «húmeda» tras las inundaciones registradas hacía un par de semanas, y ha detallado que se paró para evaluar el foco -estado, dimensiones, etcétera-, lo que le llevó «menos de un minuto». Y después, subió hacia la sierra para ver hasta dónde llegaban las llamas.
En esta ocasión, ha asegurado que no se bajó del coche, aunque detuvo la marcha al oír sonar un teléfono -el oficial de la agrupación, que estaba en al ventanilla del copiloto y aunque ha dicho que él no lo sabía-. Previamente, por la tarde, había hablado con el 112 por problemas de cobertura y para que le telefonearan al suyo personal, móvil que sin embargo por la noche había dejado cargando en la base pues tenía poca batería.
Al coger el terminal oficial, una compañera le avisó del incendio de La Alcomba, a la que contestó que él también lo había visto. Y le comentó además que desde su posición contemplaba un «resplandor» en dirección a Barruelo, en Ruesga, por lo que se dirigió al lugar, sin entrar en el pueblo, para recabar también información y poder telefonear después -a las 00.26 horas- al 112 con «todos los datos». En concreto, comunicó la existencia de «dos focos», aunque al Servicio de Emergencias le constaban «tres».
Tras esto, regresó a la nave con las luces «encendidas» -los compañeros dijeron que las llevaba «apagadas»-, y aparcó el vehículo, para recoger la motosierra y la garrafa de gasolina -roja, con una especie de brida de sujeción del tapón rota y la que faltaban unos 2 litros de una capacidad total de 10-. Esto sucedió en una zona donde «se veía todo» hasta el punto de que le observó el compañero al que pidió ayuda, pero que «se piró y no me hizo caso».
«En ningún momento he provocado un incendio con gasolina», ha manifestado el procesado, que ha justificado que tras este episodio regresó al monte en un camión para el que no tenía carné porque era una «situación de emergencia» y no había conductor.
INCENDIO INTENCIONADO
Los agentes de la Benemérita que se encargaron de las pesquisas y que han testificado en el plenario concluyeron que el de La Alcomba fue un incendio intencionado, como la mayoría de los forestales que se registran en Cantabria: «el 99 por ciento» del total, ha cifrado un guardia. Según han relatado, en este caso observaron «evidencias muy claras» del uso de acelerante del fuego, que fue «brutal».
Además, los efectivos -que no hallaron cerillas o mecheros- identificaron «siete puntos» diferentes donde se prendió fuego, «muy próximos» entre sí, ya que estaban en un área de 32,5 metros cuadrados y más concretamente a lo largo de una cuneta de 65 metros que se recorrió en «cuatro minutos».
Han explicado que la investigación se inició a raíz del «malestar» manifestado por el resto de voluntarios en el seno de la agrupación, pero han destacado que el coche del implicado -que a juicio de uno no colaboró con ellos en la investigación- coincide en los lugares de las llamas cuando se iniciaron.
En este sentido, a partir del dispositivo de geolocalización del coche y tras analizar el trayecto entre las 23.51 horas del 17 de febrero y las 00.30 horas del día 18, los efectivos concluyeron que hubo tres paradas.
Así, por ejemplo, la primera -de dos minutos, entre las 23.57 y las 23.59 horas-, «coincide» con el lugar donde se inició el fuego, a una distancia de «menos de 100 metros».
Y de acuerdo con el GPS, la segunda fue en una pista forestal que va «por encima» del lugar donde se originó el incendio, aunque según sus pesquisas el coche «en ningún momento» se dirigió a Barruelo, como aseguró en cambio el acusado.
Para finalizar, coincidieron en que la zona estaba «absolutamente seca» pese a áreas sombrías. Y aunque detectaron un foco separado de los demás que no prosperó, las llamas de los otros se propagaron «a favor» del viento que hacía y de la pendiente del terreno. «El que quema no es tonto», ha expresado al respecto un agente. «No fue un ‘aquí te pillo, aquí te mato'», ha comentado otro, para quien el autor sabía que «iba a liarse gordísima» pues «quemar en esas condiciones iba a causar un gran daño».