Juan Carlos Higuero, exatleta (Aranda de Duero, 3 de agosto de 1978). Se ha quedado sin trabajo, pero se ha inventado un trabajo por amor al arte. Cada tarde entrevista a un atleta y nos lo trae a casa en directo. Algo que sólo podía hacer él: Juan Carlos Higuero. Hoy es empresario pero sobre todo es persona. “Un buen trabajador sin nombre va a llegar más lejos que un mal trabajador con nombre”.
A los 41 años, muestra el mismo entusiasmo de siempre, esa voz capaz de levantar a un regimiento. El tiempo ha pasado, pero Higuero ha sabido reinventarse. Hoy es empresario pero sobre todo es persona. Muestra una conversación franca, animada en estos tiempos difíciles en los que él también se ha quedado sin trabajo. Pero en el viaje no se le escucha ni una queja “porque sería una falta de respeto para los que lo están pasando peor que yo”. Así que frente a la duda siempre nos quedará Juan Carlos Higuero Mate, el código de barras de la humildad. El hijo de un camionero de Aranda de Duero. El atleta que llegó a tres JJOO. El atleta que vivió 16 años en la residencia Blume. El mismo atleta que hoy es un hombre de 41 que pasa multitud de horas sentado frente al portátil tratando de inventar algo diferente. “Sigo diciendo que me gustaría que los días tuviesen 36 horas pero nunca lo he conseguido”.
Pregunta. ¿En el confinamiento ha encontrado una oportunidad? Respuesta. Sí, una oportunidad entre comillas. Sabía que esto iba a ser de largo alcance y yo soy hiperactivo. Necesitaba hacer algo y lo estoy haciendo. De repente, me veo entrevistando atletas cada tarde desde casa, invirtiendo en esto seis y siete horas al día…, todo nació a través de una propuesta que me hicieron Rober Alaiz y Dani Arce y cuando empecé me dije a mí mismo: ‘ León, esta es tu vocación’.
¿Se puede vivir de la vocación? Es algo que no depende de ti.
¿De qué depende? De terceras personas que consideren que haces un trabajo de calidad.
¿Hace usted un trabajo de calidad? Procuro precisar al máximo. No sé si eso es calidad o no. Supongo que habrá gente a laque le gustará más y a otra que le gustará menos. Pero a mí me motiva igual hablar de un campeón olímpico que del vecino del cuarto y lo hago con el mismo interés. Para mí eso es la calidad.
¿El confinamiento le ha dejado sin trabajo? Sí, como a muchos españoles. De alguna manera uno se ha quedado en la cuneta. Me he alejado de los patrocinadores, de las cosas que hago. Ahora tienes que volver a recuperar terreno. Pero no sería justo si me quejase. Estoy sano. Hay gente que lo está pasando peor que yo. Hay que respetar a esa gente porque, al fin y al cabo, lo mío es un obstáculo más que me voy a encontrar en la vida. Sólo es un retroceso.
¿Es usted autónomo? Sí, a través de una pequeña empresa ‘Higuero Sports’ en la que yo soy el único empleado: la monté en 2014 cuando estaba lesionado y se organizaron en Aranda de Duero, ‘Las edades del hombre’. Fui a la alcaldesa de mi pueblo y la pregunté, ‘¿por qué no organizamos una carrera?’ Me di cuenta entonces que esto tenía mucha burocracia. Me fui a una gestoría de mi pueblo y monté una empresa que creía que iba a durar poco tiempo y, sin embargo, vi que había posibilidades y aquí estoy.
Quién lo iba a decir: Higuero empresario. Soldado raro yo, más bien. Pero sí es verdad que aprendí a hacer cosas que no sabía hacer: un informe, una hoja de cálculo de Excel…, yo no había estudiado nunca para hacerlo y, sin embargo, he aprendido por mí mismo. No tengo que decir a nadie que me las haga porque puedo yo. Me pongo frente al ordenador y…
Representa usted al emprendedor. Fue lo que aprendí del atletismo. Aprendí que podías tener las mejores instalaciones del mundo a tu alcance como yo tenía la Blume, pero si tú no te esforzabas no valía de nada. El camino hay que entrenarlo. Nadie lo puede hacer por ti. Por eso defiendo que un buen trabajador sin nombre siempre llegará más lejos que un mal trabajador con nombre.
¿Gana usted dinero? El dinero no me apasiona. Hago muchas cosas por amor al arte. Pero también sé que el dinero es importante porque en época normal como todos los días fuera de casa, tengo mis caprichos contenidos y todo cuesta…, pero soy incapaz de obsesionarme por el dinero. Prefiero que mi trabajo guste porque, si gusta, el dinero ya vendrá. Incluso sin necesidad de negociarlo, rara vez lo he negociado.
Fue usted un loco maravilloso. La locura me ayudó a perder el miedo a la competición. Pero ¿qué es la locura? Para mí una de las locuras más bonitas estuvo en un escaparate de una tienda de deportes de Aranda de Duero en 1990. Había unas zapatillas que valían 12.800 pesetas de las que me enamoré y durante 2 o 3 semanas estuve dando la lata a mi madre, “quiero esas zapatillas, mamá”, que yo sabía que valían una barbaridad para nosotros. Mi padre era camionero. Pero al final, me las compró porque mis hermanos la convencieron de que no les diera propina durante un mes y que me comprase a mí esas zapatillas. Para mí esa siempre será mi imagen del atletismo, mi locura más bonita. Desde entonces, aprendí a valorarlo todo más. Tenía que esforzarme por ellos.
Después, aprendió a utilizar la palabra. En la Blume yo tenía mucho tiempo muerto en mi habitación: veía los discursos de los políticos. No tenía una formación académica buena, pero creía que podía formarme a mí mismo, leía periódicos, consumía mucha radio, me acostaba escuchando a José Ramón de la Morena.
Un día De la Morena le hizo a usted una entrevista mítica. Fue en 2007 después de ser campeón de Europa. Fui al estudio de Gran Vía acompañado por Javi Guerra. Subimos a la sexta planta a las tantas de la noche y vimos en la emisora a tanta gente trabajando a esas horas cuando todo el mundo empezaba a dormir. Me sorprendió. Aquello se me quedó grabado. No podía imaginarlo. Desde entonces, valoro más al periodismo.
¿Nació ahí su profesión actual? No, yo no soy periodista, sólo soy un comunicador de atletismo porque es lo que me gusta, lo que intento saber hacer. De pronto, empecé a narrar los entrenos los días de series en la pista de la Blume con mi liebre Edgar Rivera, que hoy trabaja en Londres, y luego con Brendan Medeiros. Y como ellos me daban mucho juego yo continuaba esa narración que siempre empezaba, ‘ya estamos aquí en las pistas del INEF….’ y en la que trataba de parecerme a Gregorio Parra.
¿Qué ha cambiado desde entonces? Han pasado 12 o 14 años, pero sigo teniendo las mismas ganas de triunfar. Sigo dando el 100/100 en cada cosa que hago. Sigo pensando que mi gran virtud es el atleta que fui que fue el que me enseñó a luchar por lo que quería. Ahora, creo que el comunicador sólo es un reflejo del atleta.
Sus piernas ahora son su voz. Mi voz es la del entusiasmo. Aún hablo con atletas. Sigo pensando que soy uno de ellos. Cada semana hablo con Javi Guerra y hasta de los entrenamientos mas monótonos le hago sacar lo más positivo. El otro día me decía, ‘León, hoy he hecho 10×500’ y yo, preguntándole por lo más insignificante, creo que le ayudé a sacar lo más emocionante de ese entreno. En todos los sitios hay algo que luego nos emociona.
¿Se puede vivir de la emoción? Se puede intentar, pero era lo que le decía antes: no depende sólo de ti.
¿Usted lo ha logrado? Estoy adquiriendo conocimiento. Quien sabe si algún día, pero ahora mismo no. En términos económicos no me da para vivir, pero tal vez en el futuro… Me gustaría vivir dedicado en cuerpo y alma atletismo, todo atletismo.
¿El atletismo le resolvió la vida? Me abrio puertas porque estuve muchos años. Sólo en la residencia Blume viví durante 16 años. Tuve suerte con los clubes. Logré las mejores becas. Supe ahorrar. Invertí en pisos que hoy ya están pagados y que se han convertido en activos.
¿Podría vivir sin trabajar? Quizás muy, muy apurado y, si no tuviese ningún capricho, tal vez sí, pero ése no sería el plan.
¿Cuál es el plan? Vivir, disfrutar de lo que vives, de lo que haces.
Es verdad. Hacer las cosas bien es lo importante. Yo lo aprendí muy joven. De pronto, me vi con dinero en Madrid, con un estilo de vida… Pero a mi lado tenía Antonio Serrano que, además de mi entrenador, fue mi mejor asesor económico, vi el patrimonio que tenía y me dije ‘en el futuro yo quiero ser como él’. Y, bueno, las cosas creo que no han salido tan mal porque se me quedó grabado lo que Antonio me dijo desde el principio, ‘Juan Carlos, cuando empieces a ganar dinero tienes que comprarte un piso’. Y lo hice. Recuerdo que él, incluso, me acompañó a verlo.
¿Fue un error no estudiar? Sí. Creo que sí, pero en ese sentido no tenía claras las cosas. No sabía del todo lo que quería. Había estudiado administrativo en Aranda pero no me gustaba y no sabía que hacer. Si hubiese sido ahora lo hubiese tenido claro: periodista deportivo, sin duda. Pero no se puede vivir dos veces.
¿Cuál es el próximo error que piensa cometer? Espero que ninguno, ya sólo por la edad. Así que no lo tengo en mente. Error no es una palabra bonita. Pero supongo que algún día me meteré en algún proyecto en el que no debería meterme.
¿Trabajar por amor al arte no es un error? A veces, sí, y a veces no, porque si el cuerpo te pide hacer eso, ¿por qué no lo vas a hacer? Pero es verdad que inviertes tu tiempo y tu conocimiento y, si hoy no te pagan, parece que mañana también debe ser así y corres el peligro de que la gente no valore tu trabajo. Y eso no es bueno, no. No lo podemos permitir.
Las cosas no se pueden hacer gratis. Si yo tuviera una buena cuenta corriente, si mañana me tocase la lotería, lo primero que haría sería montar un canal de televisión solo de atletismo y me iría por todo el mundo a entrevistar a atletas. Me lo costearía yo todo y sería el hombre más feliz del mundo. Sería como la medalla olímpica que no llegué a ganar, pero lo disfrutaría. El problema es que por ahora no puede ser. No tengo ese dinero.
Fuente: sport.es