El Dueso es la cárcel mejor situada de España. Está en Santoña (Cantabria), tierra por excelencia de la producción de anchoas en conserva y uno de los puntos más bellos del litoral peninsular. “El penal”, como se le conoce entre los habitantes locales, está localizado desde 1907 en la playa de Berria, muy concurrida por surfistas y de paisaje espectacular.
Entre sus particularidades, hay una gastronómica muy singular: a diferencia del resto de centros penitenciarios estatales, los presos del Dueso pueden elegir, a la hora de comer y a la de cenar, entre dos primeros y dos segundos. De postre, acostumbra a haber fruta y el pan es recién hecho, porque se hornea en la panadería del propio centro, en la que trabajan internos que cobran un pequeño sueldo y cotizan en la seguridad social. Eso sí, los horarios de la comida son estrictos, igual que en el resto de centros cerrados.
Quien escribe estas líneas ha visitado la prisión. El día de la visita, en pleno verano, las opciones alimentarias a la hora de comer fueron: de primero, alubias o ensalada de pasta. Y de segundo, costillas de cerdo con pimientos o pescado empanado. De postre, había nectarinas.
La dirección de la cárcel tiene calculado que el coste de ofrecer dos opciones de primero y dos de segundo no implica un aumento del presupuesto significativo y, en cambio, hace más amable la hora de la comida para los internos, cuya misión es rehabilitarse. Es decir, el sistema penitenciario español no entiende la prisión como un mero castigo, sino como una oportunidad para reinsertar en la sociedad a las personas privadas de libertad.
Esta elección entre primero y segundo no es la única particularidad del penal de Santoña. El edificio que lo alberga se construyó en un lugar privilegiado de la costa cántabra. Desde muchos puntos de la cárcel se ve la playa, un arenal inmenso en el que los surfistas surcan las olas y el resto toman el sol o caminan de punta a punta. La división entre las dos realidad es un muro enorme. Presos y ciudadanos libres viven ajenos los unos a los otros, pero todos saben que allí hay una cárcel y que allí también hay una playa preciosa. Y lo saben también porque la propia cárcel se relaciona con su entorno.
La forma más fácil que tienen los presos de relacionarse con la costa de Santoña es salir del Dueso. En pequeños grupos, siempre supervisados, los internos salen a menudo del penal para hacer actividades. Es habitual ver a grupos de presos limpiando la playa o las escaleras del Faro del Caballo, que se ha convertido en un icono de Cantabria y es una visita obligatoria para los turistas. Ya no funciona como faro y el paisaje desde allí es precioso. Solo se puede acceder a él por mar o a través de 683 escalones, que hace más de 100 años construyeron internos del Dueso.
Hechos como la cierta flexibilidad en la comida o las salidas para hacer actividades en el exterior hacen de la cárcel de Santoña un centro singular en el contexto penitenciario español. Evidentemente, ello implica una dedicación y un esfuerzo añadido de los funcionarios de la prisión, pero a la vez el perfil de los presos también pone de su parte. Cuando un interno es altamente problemático, lo trasladan a otro centro. De esa forma, convierten el penal en un lugar atractivo para los internos que están dispuestos a participar en los programas de reinserción y, al fin y al cabo, intentar rehabilitarse.
Fuente: lavanguardia.com