Carpetazo a una de las desapariciones más misteriosas de la historia reciente de España. La argentina Blanca Mabel Otero Álvarez, vista por última vez en el año 1995 en León, apareció «en mal estado físico, con un cuadro de deshidratación, sentada en el suelo» de un chalé de La Fresneda. Fue encontrada por la Policía Local de Siero después de recibir avisos de sus vecinos -a los que cuidaba hijos y perros- tras varios días sin verla. Actualmente, la mujer se encuentra en el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA). Se pone fin así a 25 años sin noticias de ella, a excepción de una carta a sus familiares pidiendo que no siguieran adelante con su búsqueda.
La sorpresa en la urbanización sierense en la jornada de ayer fue mayúscula cuando la Policía Local hizo público que habían encontrado a Otero Álvarez el pasado domingo. Fueron sus vecinos -a los que llevaba años diciendo que se llamaba Eva- los que alertaron de que la mujer podía haber sufrido algún percance, tras varios días sin saber nada de ella.
Los agentes acudieron al número nueve de la calle Camino de los Castaños y tuvieron que forzar la entrada al no recibir respuesta. En la cocina encontraron a una mujer en mal estado físico, sin poder moverse y con un cuadro de deshidratación, que obligó a su traslado al HUCA. Muy desorientada, no acertaba a decir quién era. Al cotejar su identidad, acabaron descubriendo todo. No se llamaba Eva, sino Blanca Mabel Otero Álvarez y llevaba 25 años desparecida, desde 1995, aunque su ausencia no fue denunciada por la familia hasta 1997.
La reacción de los que vivían puerta con puerta con ella fue de estupefacción. «Cuidaba a niños y paseaba a los perros, aunque no solía contar mucho de su vida. Estaba mal físicamente desde hace unos años y ya siempre estaba sentada en el porche. Solíamos hablar del Pasapalabra», relata la propietaria de un chalé a escasos metros del de la aparecida.
En la casa de al lado, otro vecino recuerda que solía verla habitualmente y que «era muy amable, pero caminaba mal». También apunta que él llegó a vivir al lugar hace poco menos de dos décadas y que ella ya estaba allí. El inmueble, según relatan, se lo alquiló inicialmente a una brasileña que limpiaba casas en la urbanización. Sin embargo, esta ya se habría marchado del país hace años. Por lo que confirman los vecinos, vivía de cuidar niños y pasear a los perros de otros residentes de la urbanización. Una de ellas, Mónica Nosti atendía ayer a LA NUEVA ESPAÑA. «Éramos vecinas de puerta con puerta. Se ofreció ella misma a cuidar a mi hijo si yo no estaba. En mi caso, lo hacía de manera altruista», asegura.
Nosti lleva diez años residiendo en la zona y explica que Otero Álvarez ya estaba allí cuando ella se instaló. «Hablábamos a través de la terraza, era muy maja. Eso sí, de su vida nunca decía nada, ni tampoco la venían a visitar», relata.
La mujer -de 68 años actualmente- llevaba un tiempo sin salir tanto de casa, aunque, según cuenta la trabajadora de una cafetería de la plaza mayor -a escasos 20 metros de su residencia-, «tiempo atrás venía mucho por aquí con unos niños que cuidaba».
El desenlace está claro, pero aún quedan muchos interrogantes en el caso de una de las desapariciones más sonadas de la historia reciente de España. Otero Álvarez nació en 1952 en la ciudad de Quitilipi (provincia del Chaco, Argentina), a donde habían emigrado sus padres, procedentes de Sahelices de Sabero, un pueblo de León.
Ella trabajaba en las oficinas de la Renfe en la capital de la provincia leonesa hasta que un 30 de noviembre de 1995 su familia dejó de recibir noticias de ella, al no acudir al pueblo como solía hacer los fines de semana. Tras ir a buscarla, descubrieron que había pedido el finiquito en el trabajo y se había ido de la localidad sin dejar mayor rastro, provocando incontables especulaciones sobre los motivos de su marcha.
La familia denunció la desaparición en 1997 y meses después la Policía llegó a ubicarla en Gijón. Sin embargo, su presencia allí no acabó de concretarse. Eso sí, en el año 2000 se descubrió que se había hecho un análisis de sangre en Avilés.
Al poco tiempo, la familia recibió una carta, acompañada de una foto, en la que les pedía que dejaran de buscarla. Esta fue la última noticia que tuvieron de su paradero hasta que apareció ahora en La Fresneda.
Este mismo año su hermano creyó que un cuerpo aparecido en 2001 en la playa del Camello, en Santander, podía corresponderse con el de su hermana. Todo en base al parecido que el retrato robot del cadáver guardaba con la última fotografía que tenían de Otero Álvarez. Sin embargo, la prueba de ADN descartó esta hipótesis. Durante todos esos años, al menos según explican los vecinos de La Fresneda, la desaparecida permaneció en la urbanización, pasando su verdadera identidad totalmente desapercibida.
Su avanzado estado de deterioro físico acabó con la tapadera en la jornada del domingo. Los agentes que entraron a su domicilio intentaron obtener información sobre la identidad de la mujer, pero al estar desorientada y no aportar datos concretos, iniciaron las gestiones oportunas para determinar si tenía familiares próximos, que se hicieran cargo de la situación.
Tras las pesquisas y una vez comprobada la contrariedad de los datos sobre su identidad por los que era conocida en el vecindario y los que constaban tanto en el domicilio como en el HUCA, la Policía Local de Siero logró resolver la desaparición. En efecto, era Blanca Mabel Otero Álvarez. De esta manera, su familia, que en su día llegó a sospechar que estaba muerta, podrá reunirse con ella y el caso queda casi cerrado, a falta de saber los motivos que hicieron a esta mujer huir y permanecer oculta tras una identidad falsa.
Fuente: La Nueva España, lne.es.