La actividad en los entresijos de la política han dado de lo mejor y también de lo peor de la condición humana. Cuando señalo esto me refiero únicamente a la actividad política democrática, las dictaduras o los regímenes iliberales tienen represión a la que hay que denunciar, combatir y despreciar.
La fontanería política, término que hizo fortuna a partir de los acontecimientos ocurridos en el Hotel Watergate al inicio de la década de 1970, es una actividad necesaria (que voy a decir yo …) que hay que realizar con seriedad, respeto por las instituciones y el común.
Por medio de la «fontanería política» se analiza el panorama, se pulsa a la opinión pública, se diseñan estrategias y se lanzan campañas de comunicación para que estas lleguen a la gente que posteriormente tomarán votando lo que más les convenza … o convenga.
Las personas tiene sus propias percepciones de la realidad, de lo que en cada momento está ocurriendo, pues tanto el político como la acción política que este pueda desarrollar no es lo que es, ni siquiera lo que ellos desean que sea, son lo que los votantes perciben, no otra cosa.
Aquí se encuentra por lo tanto la cuestión clave, lo que en definitiva se trata es de conocer al electorado, interpretar sus demandas y tratar de dar respuesta a las mismas, que otra cosa es cuando los aprendices de brujo trufados de soberbia comienzan a diseñar sus teorías de juegos pasando por encima de la opinión de la gente, creyendo que esta podrá ser manipulada o dirigida, cosa nada sencilla, pues para ello habría que hacer un trabajo constante y muy largo en el tiempo que no siempre se culminaría con éxito. Esto es lo que suele pasar, no triunfan las ocurrencias del momento planteadas sobre hipótesis no contrastadas por la realidad y confundidas por una opinión publicada en el ecosistema de medios de comunicación subvencionados o influidos por «lo público», llegando a equivocar la opinión o los estados de ánimo de la gente con lo que ellos propician.
Hemos visto en estas últimas fechas como desde espacios públicos institucionales algunos aficionados a la brujería política han movido sus fichas tomando decisiones que no son controlables, que se apartan por completo de lo previsto por los aprendices de Doctor Bacterio, que han tratado desde la fontanería política actuar sin que ello afectase a la vida de la gente e incluso a ellos mismos.
El caso murciano en donde se ha pretendido cambiar un gobierno autonómico rompiendo una coalición gobernante es ejemplo de consecuencias no previstas por los alquimistas : Camino a la autodestrucción para uno de los promotores de la censura, convocatoria de elecciones autonómicas en la Capital del Reino que tendrán lectura nacional, cambios en el Gobierno de la Nación, partidos que se estima serán damnificados electorales, otro partido que aparecía sin rumbo claro reafirma su proyecto y algunos políticos que como juguetes rotos se quedarán por el camino. Además de esto, una sociedad cada vez más tensionada en unos momentos que la Nación requiere todo lo contrario, pues los partidos deberían estar explorando todas las vías de colaboración posible para afrontar una situación que ha traído miles de muertos, ruina económica y pérdida de libertades ciudadanas. Ah ¡ además lo que ha provocado todo esto, la moción de censura en Murcia, no ha prosperado.
Todo este pandemonium lo han incitado unos aprendices de brujo que se pusieron a enredar creyendo que podían cambiar las cosas como si de un guión televisivo se tratase y lo que han traído han sido consecuencias para mucha gente, aunque los perpetradores del embrollo continuarán en sus puestos como si nada de esto fuera con ellos.
Autor: Alfonso del Amo-Benaite. Consultor de Mercados & Marketing.