Seguimos confinados, el Parlamento cerrado, el Gobierno con poderes de estado de excepción, la Ley mordaza de Jorge Fernández a pleno rendimiento, la opinión pública sin capacidad de preguntar en los discursos presidenciales, los primeros 15 millones de los contribuyentes para las televisiones amigas en marcha, el aparato del Estado poniendo la geolocalización de las personas a funcionar mientras ya se empieza a situar sobre el escenario la prohibición de utilizar dinero en efectivo. Este liberticida escenario está acompañado por miles de muertos … malos tiempos para la democracia en España.
A esta situación se ha llegado cuando al principio de febrero se produjo el primer fallecimiento por CORONAVIRUS, fechas en las cuales la Organización Mundial de la Salud y la Unión Europea que advirtió muy seriamente, por medio del Centro Europeo para el Control y Prevención de enfermedades, a España sobre la situación y la irresponsabilidad de permitir actos masivos.
Nada de ello fue suficiente para que se adoptasen las imprescindibles medidas que hubieran paliado la trágica situación en la que nos encontramos, había que continuar como si nada, sin prevención alguna, con actividades de todo tipo, todo ello convenientemente frivolizado, el peligro, por los mediáticos «agradaores» al servicio del poder.
Cuando visto que el indigno tactismo político que había retrasado la adopción de las imprescindibles medidas hacía insostenible la situación, se toman por parte del Gobierno unas decisiones que inconexas e inconcluyentes han colocado ante el espejo de la realidad precisamente lo último que habrían querido : «El fracaso de lo público».
Si algo hemos soportado los ciudadanos durante décadas ha sido la fauna de los socio conscientes que desde una cargante superioridad moral se han dedicado a situar «lo público» por encima de las personas, las empresas y su libre albedrío.
Esta pesadez ha ganado la batalla de la opinión pública mientras que no ha tenido que afrontar la realidad de un hecho extraordinario, el CORONAVIRUS, que les ha situado ante la verdad de lo que es: Algo incapaz de ofrecer respuestas a la emergencia.
Ha bastado que poco más de un millón de personas se viesen afectadas, en distinto grado, por el CORONAVIRUS para que esta maravilla de lo público colapse, ha bastado que el 2,3 % de la población demandase atención urgente para que el mejor sistema del mundo bla … bla … bla … mostrase sus vergüenzas. No había espacio suficiente, ni respiradores, ni test … por no haber no había ni guantes ni mascarillas para el común, lo cual unido a la impericia de los dirigentes políticos que se muestras incapaces de dotar de medios a los profesionales, que además son engañados en la compra de test ( quién sería el intermediario) o los turcos retienen cargamentos de respiradores, que junto a las instrucciones contradictorias de quien tenía que ofrecer confianza y tranquilidad nos sitúa en el caos actual, eso si, el caos tiene miles de muertos.
Que está ayudando en esta situación …? pues la iniciativa privada, la cooperación voluntaria ajena al totalitarismo gubernamental, la que decide implicarse libremente ayudando a su País.
Así de esta forma Inditex, Santander, Real Madrid, BBVA o Telefónica ponen en marcha distintas iniciativas de ayuda, lo mismo que otras empresas adaptan sus sistemas productivos para poder fabricar mascarillas , desinfectantes o geles de limpieza ante la esteparia situación, igual que empresas de calzado o colchones han cambiado sus procesos de fabricación para adaptarles a las necesidades actuales, mientras que propietarios de hoteles ha cedido sus instalaciones para alojar enfermos o sanitarios.
Estas y muchas más cosas las ha puesto en marcha la iniciativa privada, los empresarios y autónomos, para ayudar en una situación en donde «lo público» se ha visto desbordado por las necesidades del 2,3 % de la población, lo cual evidencia su ineficiencia, la falsedad de sus superioridad moral para solucionar los problemas de la gente, coronado todo ello por una dirigencia que con poderes absolutos fracasó absolutamente.
Autor: Alfonso del Amo-Benaite. Consultor de Mercados & Marketing.