El actor Carmelo Gómez considera que el teatro “siempre” ha recibido distinta atención que otras plataformas culturales, como el cine o la televisión. Así, destacando sus diferencias, indica también que “el teatro es la nave nodriza y el cine es un arte nuevo”.
“El cine se ha ido más a lo bello, y está perdiendo el pie de lo excelente, de lo rugoso, de lo áspero, de lo duro, de lo comprometido, de la roca. Sin embargo, el teatro todavía no, todavía tiene ese impulso”, señala el actor en un entrevista concedida a la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), en la que también achaca ese distanciamiento del séptimo arte respecto a las problemáticas o temáticas sociales a un acercamiento a “lo comercial”.
De este modo, Gómez, que esta semana está dirigiendo el taller de interpretación Ahora en verso, incluido en la programación de la UIMP, opina que el cine aún tiene que plantearse “para qué sirve” a nivel social y “emanciparse de la idea de entretener”.
A su juicio, el problema al que ha de enfrentarse esta disciplina radica en que “depende de un productor que ponga encima de la mesa un montón de fajos de billetes”. “Cuando ha habido momentos en los que el cine ha querido hacer más obras de autor, esto se ha relacionado inmediatamente con la ruina, con la pobreza, porque no da dinero, no atrae masas”, destaca. Sin embargo, matiza que “hay alguna excepción”.
Por otro lado, Gómez afirma que “el teatro todavía no” ha perdido su matiz social. Sostiene que “el teatro siempre ha tenido dos variantes, la parte para comprender y denunciar, y para entretener”, por lo que aún existen “pequeños resquicios de rebeldía en ese sentido, de seguir queriendo entroncar con los conflictos sociales, con los problemáticos, los retos que tiene la sociedad en el momento”. “Poco, ¿eh? Pero algo se está haciendo”, recalca.
Quienes trabajan por este tipo de teatro, asegura el actor, son “los grupos independientes”. “Ahí es donde se puede producir, en lo marginal”, enfatiza Gómez, quien también defiende la capacidad del teatro de desarrollar producciones en “pequeños niveles de trabajo” y de un modo “colectivo”, “sin tener nada que ver” con “gente que obstruye el proceso creativo y, sobre todo, la investigación. “Esa es la esperanza”, insiste.
La profesión de actor
El director del encuentro Ahora en verso lamenta que su profesión esté poco valorada y que “todo el mundo” se haya “conformado” ante guiones que “están fuera” de cualquier “causa” o “compromiso social”.
“Esta domesticación que han hecho de todo el panorama creativo es el triunfo de la política, de los mediocres. Tenemos que convertir eso, darle la vuelta y revertirlo, como se tiene que revertir la economía y el modelo social que vivimos; pero no veo, personalmente, que haya los mimbres para poder hacer ese cesto”, apunta Gómez, quien reitera que “la cultura no debería estar vinculada al poder, de ninguna manera”.
El actor, según dice, se siente “orgulloso” de no estar “al servicio del poder”. “A mí me parece que es un honor estar fuera, porque estando fuera nos salvaremos; estando dentro, no”, reitera.
En otro sentido, Gómez aboga por que los actores mantengan una “actitud global”, sin importar en qué medio estén trabajando. “Un artista tiene actitud de artista”, recalca, y define esa postura como “la del comunicador”, pero “con un determinado elemento de bondad, de generosidad, de entrega”. Para él, un actor “expande siempre” e “invita a expandir el mundo y las fronteras.
Aun así, admite la diferencia que hay entre “estar en un rodaje y estar en un escenario”, porque es, “en cierto modo, distinto, aunque mecánicamente sea lo mismo”. Aprenderse un texto, incorporarlo a un personaje, incorporarlo a un personaje, darle todo ese material que se posee, convertirse en un personaje que aparentemente sea externo, que tenga vida propia, es lo que mecánicamente hace un actor, explica Gómez, y, aún más, estar “al servicio de un cuento, siempre de un cuento”.