Los datos muestran la pérdida contínua de votos desde el año 2011 y la apuesta de los ciudadanos de Santander por un cambio. Por un rumbo distinto, por más claridad y por una ciudad más plural. Desde las votaciones municipales de 2011 donde Íñigo de la Serna cosechó un triunfo de 18 concejales, el Partido Popular no sólo no ha podido conservar ese número de concejales, sino que hay una fuga de votos y una pérdida irreparable de confianza de los ciudadanos de Santander sobre el PP. El Partido Popular, con los datos de las urnas, sufre un desgaste fruto de no salir nunca del gobierno. En la ciudad de Santander la fuerza conservadora no ha dejado el bastón de mando. No lo ha soltado desde que Juan Hormaechea lo ganó allá por el año 1979. Han pasado 40 años y los personajes de voz y mando en plaza son los mismos. Los mismos apellidos, los mismos destinos municipales, y las mismas decisiones. En cambio, de la misma forma que otras ciudades han evolucionado con la alternancia política, Santander se ha detenido en crecimiento. Esa evolución que viene con el cambio, con la alternancia, no existe en Santander. Y eso se refleja en los votos.
El Partido Popular afronta el 26 de mayo un posible abismo irreconocible. Con los datos del Ministerio del Interior, el PP baja, y nadie puede asegurar cuál es su suelo.
De la misma que el PP pierde la confianza de los santanderinos /as y el PSOE gana, sube enteros. Y tiene más votos por la misma razón que es preciso un cambio, una alternancia. Las cifras son frías, pero muestran la realidad de que el ciudadano en gran parte está demandando una voz diferente, un sentimiento distinto, unas formas más modernas, cercanas, igualitarias y, lo más importante, Santander quiere dar una oportunidad.
Es la lectura sobre unas cifras que el 26 de mayo tendrán una nueva suma. El PP ha perdido 28.000 votos desde 2011, y el PSOE ha ganado 10.000. El 26 de mayo los santanderinos/as decidirán otra vez de forma soberana.