«… se desvaneció una entente cordial entre palestinos e israelíes para compartir territorio, todo ello circundado por la pretendida soberanía árabe de Damasco …«
La actual Guerra en Gaza y Líbano, incluidos en el enfrentamiento con Irán, no es más que una secuencia en la larga marcha de Israel para recuperar y retener la Tierra Prometida que cita la Biblia, y los Evangelios, contra sus enemigos tradicionales, llevada a unos extremos en los que el enorme poder de las armas y la extensión del eco en los medios de comunicación particularizan los comportamientos de cada bando, con calificativos actuales.
La continuada lucha del pueblo judío para recuperar y conservar su Estado, y por tanto su soberanía nacional basada en un territorio, comienza con una serie de interrupciones notables que le llevan desde la esclavitud de Egipto, tan bien descrita en el Éxodo, hasta mucho más tarde a la destrucción de Jerusalén por el rey persa Nabucodonosor (siglo VI a.JC), que somete a cautiverio a gran parte del pueblo judío recluyéndole en Babilonia; es bien conocida la campaña tradicional de los antecesores del Irán actual por hacerse con la Media Luna Fértil, que ocuparía gran extensión de los actuales IRAK, SIRIA, LIBANO e ISRAEL y parte de EGIPTO, ahora no tan fértil pero con un interés permanente, por el análisis de los acontecimientos de este siglo y del pasado.
La conquista romana del Reino de Judá y la nueva destrucción del Templo, anunciada por Jesucristo, culmina en el año 73 con uno de los episodios que más han marcado al moderno nacionalismo judío, la supuesta caída de la fortaleza de Masada, ciudad última resistente situada en la costa sudoccidental del Mar Muerto, sobre una meseta, de ahí su nombre, emplazada a 400 metros de altura; su población sometida a sitio se autoinmoló antes de caer en poder de los romanos.
El “complejo de Masada” gravita, indefectiblemente, en la conciencia histórica del Israel actual, reforzado por los episodios de la Diáspora y el Holocausto, este último definitivo para la decisión internacional, vía Naciones Unidas, de creación de un Estado judío en el seno de Palestina.
Después de una serie de “peripecias estratégicas” realizadas por Francia y Gran Bretaña en torno a la organización de Oriente Próximo, posterior a la desmembración del Imperio Otomano, consecuencia de su derrota en la Primera Guerra Mundial, árabes y judíos sufrieron las últimas ráfagas del colonialismo trasnochado de aquellas potencias; en estos juegos de poder se desvaneció una entente cordial entre palestinos e israelíes para compartir territorio, todo ello circundado por la pretendida soberanía árabe de Damasco, tan efímera como las promesas de esas dos potencias.
La definición y adopción de la Línea Sike-Picot, y su publicación por los rusos en 1917, dio lugar a una desafección general por palestinos y judíos que llegado los años destilaría el largo y costoso conflicto actual.
Cuando un miembro del Mossad, en los años ochenta, en la que fuera casa de Golda Meir, confiaba su desesperación como antiguo “residente” en Auschwitz , con su número indeleble marcado en el antebrazo, comprendías que estos fundadores del nuevo Estado de Israel estaban luchando por su supervivencia, y tenían en su recuerdo todo el itinerario recorrido por su pueblo, además “ya no creían en nada, solo en resistir y sobrevivir”.
En estos 76 años recorridos, Israel ha sido atacado por todos los países árabes que le circundaban, en coalición y bilateralmente, saliendo vencedor evidente pero complicando el problema con la anexión de nuevos territorios, en especial los Altos del Golán arrebatados a Siria y aun no devueltos, por su dominio geográfico sobre la gran reserva de agua potable que surte a todo Israel, el lago Tiberiades, pero no solo eso, sino estableciendo fronteras inseguras donde se instalarían antiguos y nuevos adversarios.
La relación con los palestinos, tormentosa y violenta por ambas partes, con algún receso momentáneo (Conferencia de Madrid, Acuerdos de Oslo I y II y los del año 2000 definitivamente sin firmar por Yasser Arafat, etc) y un sinfín de incidentes, de atentados de Hizbullah, de invasiones al Líbano, como la de 1982 , repetida en varias ocasiones, etc, buscaban la necesaria seguridad de su exiguo territorio, carente de profundidad estratégica y con la discontinuidad de los palestinos de Gaza y Cisjordania, por otra parte enfrentados y sometidos a su vez a un férreo control, en algunos casos de auténtico “aparheid” por Israel.
Los dos adversarios evidentes del Estado judío, Hamas y Hizbullah, manejados por Irán, a pesar de la diferencia religiosa con el primero, constituyen el núcleo del enemigo existencial, que a través de sus componentes sociales y económicos tienen de rehenes a sendas poblaciones del Líbano y Gaza, sin que éstas rechacen de forma evidente su secuestro y tratamiento como escudos humanos, en un régimen de temor.
La necesidad de seguridad del pueblo de Israel impulsa ambas operaciones, con bajas y destrucción que se antojan inasumibles, pero que son consecuencia del tipo de agresión que plantean ambos grupos terroristas, técnicamente ocultas, subterráneas y asimétricas, siendo la población víctima de unas bajas colaterales extraordinarias.
Autor: Ricardo Martínez Isidoro / General de División. Rdo. / Presidente de la Asociacion Española de Militares Escriitores