«Pocos europeos piensan que Ucrania ganará la guerra»
Rusia ‒una amenaza para la seguridad europea‒ ha dado históricamente mucha importancia a la conciencia de defensa fomentando el patriotismo, poniendo de la divinidad de su lado e imponiendo la coerción; en consecuencia, puede reclutar combatientes dispuestos a morir y soportar las enormes bajas de una guerra convencional. A Europa le falta fuerza espiritual para defender la democracia, sin embargo, ante un probable conflicto bélico, es imprescindible una sociedad resiliente capaz de aportar al frente combatientes instruidos dispuestos a arriesgar la vida; no tiene sentido hablar de medios avanzados si no se pueden reclutar los necesarios soldados con la voluntad y capacidad de manejarlos.
La amenaza rusa: Posibilidad de ataque
Para el Kremlim se deben revertir no solo los procesos posteriores a la Guerra Fría ‒considera el colapso de la URSS como la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX‒, sino también los que llevaron a Rusia a perder territorio después de la Primera Guerra Mundial; Putin aspira a «conquistar Polonia, Finlandia y los estados bálticos». Europa ha pasado de un período de posguerra a uno de preguerra. Políticos europeos llevan tiempo advirtiendo de que el conflicto se cierne a nuestro alrededor y que cualquier escenario es posible; para Scholz «la amenaza de Rusia es real» y Pistorius señala que «un ataque ruso puede ocurrir en cinco años».
Tradición y patriotismo
Rusia ha asociado tradicionalmente su defensa al conjunto de cualidades espirituales del pueblo; el dogma es que fue, es y seguirá siendo una gran potencia, lo que se refleja en su historia, cultura y capacidad militar. Los grandes líderes militares como Kutúzov, Suvorov, Dragomirov y Zhúkov han gestado la moral de combate vigente. Al mando de Kutúzov, los rusos impusieron su superioridad moral en la batalla de Borodino porque no regatearon sacrificios; Tolstoi relata el momento memorable en que los infantes se lanzan sobre el enemigo «con gritos tan salvajes y con tan loca audacia, que los franceses arrojan sus armas y se dan a la fuga».
El principal legado de Suvorov ‒el general que no perdió ninguna batalla‒ es la importancia crucial de los factores espirituales en la guerra; «lo esencial ‒señala‒ es asestar golpes al enemigo e impedir que el desánimo cunda en el ejército».
Dragomirov, su principal discípulo, considera que el avance técnico impone cambios en la instrucción pero la fuerza moral es determinante en la guerra, por lo que «la mente del soldado debe estar puesta ‒más que en el fuego‒ en la carga a la bayoneta; de otro modo no avanzaría con decisión ante el enemigo». La Segunda Guerra Mundial tiene especial importancia para el alma colectiva rusa. Según Zhúkov ‒que convirtió Leningrado en el símbolo de la resistencia soviética‒ «a igualdad de condiciones, las batallas las ganarán tropas con una firme voluntad de vencer, objetivos claros y devoción por la bandera por la que combaten».
Para el Kremlim la moral es la característica distintiva de sus fuerzas armadas; Kartapolov enfatiza que «el espíritu inquebrantable, el patriotismo convencido y la alta espiritualidad son el sello distintivo del soldado ruso».
Dios está con nosotros
Todas las naciones en guerra se ven elegidas por Dios pero la espiritualidad rusa se asocia al duchovnost, un concepto vinculado a una profunda creencia cristiana ortodoxa que motiva a los soldados a luchar. Tolstoi nos describe la devoción religiosa de los soldados ante la imagen de Nuestra Señora de Smolensk: «El Comandante en Jefe se acercó a la imagen, se arrodilló y, suspirando muy profundamente, inclinó su cabeza; los mandos siguieron su ejemplo y, después de éstos, empujándose los unos a los otros, resoplando y con la cara congestionada, los soldados a los que por fin les llegó el turno». La estrecha asociación entre la Iglesia Rusa ‒que ha sustituido al marxismo como pilar ideológico‒ y los dirigentes del Kremlin también se basa en la sanción divina de pueblo elegido; la reciente construcción de la Catedral Principal de las Fuerzas Armadas Rusas encarna la idea del Mundo Ruso en contraposición a la ideología liberal y secular de Occidente.
Coerción
Otro aspecto del pensamiento ruso que se diferencia del occidental es el poder coercitivo que garantiza que las órdenes se cumplan a toda costa; Trotsky, fundador del Ejército Rojo, señala que «un soldado debe enfrentarse a la elección entre una muerte probable, si avanza, y una muerte segura, si deserta». A diferencia de los ejércitos occidentales que valoran mucho las libertades individuales, los derechos humanos y el mando descentralizado, el ejército ruso opera dentro de un marco más centralizado y coercitivo que exige los máximos sacrificios al combatiente.
Reclutamiento exitoso a pesar de las costosas bajas
El fracaso de la invasión a Ucrania obligó al ejército ruso a modificar, entre otros aspectos, el reclutamiento y retención del personal; a pesar de la reacción al caos inicial «Rusia ‒precisa Smith‒ ha sufrido en la guerra entre 189.500 y 223.000 bajas, de ellas entre 35.500 y 43.000 en combate». Sin embargo, no hay señales de que su moral de combate esté disminuyendo. El Kremlim está logrando casi el 85 por ciento de los objetivos de reclutamiento por lo que puede soportar las adversidades del conflicto; «uno de los acontecimientos clave en 2023 ‒señala Lee‒ fue que Rusia pudo reclutar una gran cantidad de voluntarios». Las causas no son solo patrióticas; para quien vive en ciudades pequeñas alistarse permite ganar diez veces más y, a los que regresan del frente, el Estado les emplea como funcionarios con seguro médico, transporte público gratuito y facilidades educativas para los hijos.
Problemas europeos para defender la democracia: Inconsciencia del peligro
Europa, en la apoteosis de su proyecto humanista tras la Guerra Fría, amplió territorialmente la paz pero no se preocupó de defenderla; su ideal pacifista ‒la concepción de una región de paz eterna‒ ha vivido en la hipocresía de transferir la seguridad al paraguas estadounidense. En consecuencia, a pesar de las declaraciones públicas de apoyo de sus líderes, los europeos ven el conflicto ucraniano como un ruido de fondo que no les afecta. Von der Leyen enfatizó en Kiev «que los ucranianos estaban luchando no sólo por su libertad, sino también por la de Occidente», pero pocos europeos piensan que Ucrania ganará la guerra (figura 1, imagen principal) porque consideran que no les influye (figura 2) y, por lo tanto, apenas hay que apoyarla (figura 3).
Elaboración propia. Fuente https://ecfr.eu/publication/wars-and-elections-how-european-leaders-can-maintain-public-support-for-ukraine/
Esta disonancia entre dichos y hechos genera frustración entre los ucranianos, Snyder señala que «es una guerra mundial en la que lucha un solo país», pero sobre todo supone un riesgo crítico para la seguridad europea; «si no se defiende la frontera de Ucrania ‒precisa Ignatieff‒ no habrá Europa dentro de 25 años». Dada la debilidad de Europa, la OTAN es la única organización con capacidad de disuasión ante Rusia; tenemos que pensar en la defensa y debemos hacerlo colectivamente. En suma, los europeos deberían prestar más atención a la sentencia de Trotsky: «Puede que no les interese la guerra, pero la guerra sí les afecta a ellos».
Falta de resiliencia social
La resiliencia social aporta combatientes con entusiasmo por la causa que les lleva a arriesgar sus vidas, sin embargo, la fragmentación de la sociedad europea ‒en clases, religiones y etnias‒ daña gravemente la solidaridad colectiva porque el ejército es una copia de la sociedad y sufre todas sus enfermedades, normalmente con mayor intensidad.
El cristianismo ‒con el miedo a la condenación y la necesidad de sentirse elegido por Dios‒ aportó a Europa una fuerte cohesión colectiva, pero la cultura transnacional está sustituyendo a las lealtades tradicionales, las cuales ‒faltas del sentido de identidad‒ se están descomponiendo; «ahora que somos libres, sin la masa de creencias metafísicas fundacionales ‒señala Todd‒ vivimos la experiencia del vacío». Estas vulnerabilidades críticas incapacitan a un alto porcentaje de ciudadanos para enfrentarse al conflicto, lo que constituye el eslabón más débil de la seguridad europea.
Dificultad para movilizar efectivos que arriesguen la vida y causen bajas
Dragomirov enfatiza que «los soldados occidentales están contaminados por una modernidad decadente que les lleva a la autoconservación; los soldados rusos, en cambio, poseen un sentimiento que les entrega a la abnegación».
La prevalencia de la autoconservación sobre la abnegación ha llevado a Occidente al paradigma de cero bajas ‒no desplegar fuerzas terrestres en favor del empleo de la fuerza aérea, de unidades de operaciones especiales y de empresas subcontratadas‒, pero el modelo se derrumba cuando hay que enfrentarse a una guerra convencional. Los ejércitos europeos de voluntarios tienen serios problemas de reclutamiento y retención de personal, por lo que ‒igual que ocurrió en las dos guerras mundiales‒ la movilización ante una guerra convencional es inevitable; «los ejércitos profesionales ‒puntualiza Sanders‒ inician las guerras y los ejércitos de conscriptos las continúan».
El problema de fondo es la dificultad para movilizar efectivos que arriesguen la vida y causen bajas; «es evidente ‒señala Pilkington‒ que los jóvenes europeos no están dispuestos a luchar en las trincheras». Sin embargo, no tiene sentido hablar de medios avanzados de combate si quienes los manejan no desean usarlos; «los cálculos de McNamara en Vietnam fueron inútiles ‒precisa Elster‒ porque a pesar de ser los sudvietnamitas diez veces superiores, no querían luchar». En suma, es preciso plantearse si las instituciones europeas son capaces de garantizar la democracia. El continente no saldría victorioso en un futuro conflicto con el totalitarismo sin un rearme moral que aporte a los ciudadanos la disponibilidad de morir, si es preciso, en defensa de sus valores.
Autor: Jesús Alberto García Riesco / Coronel (r) y politólogo / Asociación Española de Militares Escritores (AEME) https://militaresescritores.es/