23/11/2024

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Ricardo Martínez Isidoro (General de División): «Argelia, Marruecos, Europa»

Cuando en agosto de 1884, recién asesinado el Presidente de la República francesa Carnot , el entonces Comandante Lyautey, autor en su juventud del polémico artículo, para la época, “La Misión Social del Militar”, y mucho más tarde Mariscal de Francia, era destinado a Indochina, no sabía que comenzaba para él una actividad que le llevaría a la relevancia militar y civil, como uno de los personajes que más ha contribuido a la construcción, ordenada, del entonces imperio colonial francés en Asia, en el Índico en Madagascar, después extinguidos parcialmente, y sobre todo en el Magreb, de tal modo que su figura, a pesar de los acontecimientos posteriores, se recuerda y se venera en Argelia, y se aprecia y estima en Marruecos, donde su labor fue especialmente intensa.

En toda su trayectoria militar y civil “huyó” de la Francia vencida, burocrática y caótica del final del XIX, de la vida militar de guarnición, de las maniobras repetitivas e improductivas de sus Ejércitos, para refugiarse en la componente organizativa, social y cultural aplicable a unos pueblos tribales donde la violencia y el interés precario privaba sobre la construcción de naciones en progreso; la presencia del General Lyautey en Marruecos y Argelia, “saboreando” las ideas y reflexiones de su antiguo Jefe y preceptor, Galieni, hizo más estables estos territorios culminando su obra pacificadora y organizativa en los albores de la I Guerra Mundial, a la que es llamado para participar con sus dotes de gran pensador, como Ministro de la Guerra, como buen Oficial de Estado Mayor, función que siempre ejerció.

Liautey era un entendido en la frontera entre Marruecos y Argelia, entonces esta última bajo la férula absoluta de Francia, aunque con serios problemas en lo que se conocía como El Oranesado Sur, donde la fatuidad de la línea de separación entre ambos territorios, y en general en toda ella, fomentaban las disputas tribales, dueñas estas y señoras de la parte marroquí, donde sus bandas armadas actuaban a placer dado que la autoridad del Sultán era inexistente.

El interés galo era proteger esa zona oeste del territorio argelino, en poder de Francia desde 1830 por cuestiones de política interna, en el corto e infructuoso reinado de Carlos X, y por cortar de raíz las dificultades comerciales que imponían los corsarios berberiscos con base en Argel; se puede admitir que otro de los éxitos de Liautey fue el de pacificar esa frontera, empleando la metodología que tanto éxito le había proporcionado en Oriente Lejano, “la organización en marcha y la exhibición de la fuerza antes de usarla”, también la utilización de la diplomacia y el respeto cultural a los nativos.

En definitiva, con esa metodología no solo aseguró Argelia sino que venció todas las dificultades que le imponía la Conferencia Internacional de Algeciras para progresar hacia Marruecos, en principio para mejor asegurar la Argelia francesa, y después para consolidar el preeminente Protectorado galo sobre el inmenso territorio marroquí, llegando su influencia benéfica hasta Casablanca, y sobre los dos tercios del sur del país vecino, englobando ciudades tan señeras como Fez, Mequínez, Marrakech y Rabat, siendo el creador de los primeros ferrocarriles y carreteras marroquíes, dejando el norte, en general de etnia bereber, más irredenta, para el Protectorado español, consecuencia también de cierta irrelevancia internacional de nuestra Patria; paralelamente, fue desactivando la influencia británica y germana sobre el Sultán y atrayendo a este hacia Francia, una vez asegurada su prevalencia sobre otros pretendientes y reduciendo el poder de las bandas rivales sobre los territorios irredentos limítrofes con Argelia, donde el Sultán no ejercía jurisdicción alguna.

Es evidente que mucho del influjo que hoy tiene Francia sobre Marruecos, que le hace preferir a este país en los litigios tradicionales con España, aunque con altibajos, como los actuales, tienen su origen en una continuada aplicación de la “Doctrina Lyautey ”que dejó su huella imperecedera y que todavía se conserva. Sin embargo, es fácil reconocer el desapego que Argelia siente por Francia, todavía resultante de su guerra de la independencia, donde los dos bandos superaron ampliamente los principios del derecho humanitario de los conflictos, en su versión actual, en especial los servicios de inteligencia galos en su antiguo territorio magrebí, en el que se han abstenido muchos años de ejercer las funciones típicas de estos organismos, en especial del contraespionaje de la DGSE, servicio exterior francés.

Se pueden reconocer, hoy día, vestigios de hostilidad e ignorancia mutua no superados. En Francia, sus prejuicios sobre su comportamiento con Argel, sobre todo en el asunto de los “harkis”, ha llevado a los últimos Presidentes de la República a clamar por las injusticias, e incluso por las conductas criminales galas, cometidas con aquellos, intentando resarcir del pasado; según confesiones de los propios servicios galos las relaciones con sus homónimos, hasta hace poco tiempo, eran inexistentes, como se ha dicho; es claro que la posición geopolítica de Francia, en el conflicto MarruecosArgelia, es favorable a las tesis del primero, y probablemente, como se ha visto en otra ocasiones, también a las marroquíes frente a las españolas (Ver actitud del Presidente Chirac en el conflicto de la toma y recuperación del islote de Perejil).

La delimitación de la frontera común, difícil en cualquier caso de trazar, ha sido siempre origen de los litigios entre estos dos países de tanto interés para España, en cuyo equilibrio de relaciones “gasta” la acción exterior de nuestro país gran parte de su potencial. Si difícil es esta compleja división territorial, que ya costó sus diferendos bélicos entre los dos países, es necesario apuntar que, siempre desde el punto de vista argelino, influido por la “visión Lyautey”, se creía, y se luchó por ello, que la frontera debería ser el río Muluya, aspecto que Marruecos nunca aceptó, pero que hubiera significado una gran ventaja para la Argelia francesa y sobre todo para el Departamento del Oranesado Sur que habría alejado las posibilidades de incursión de las bandas rebeldes que hostigaban a los franceses en aquellas fronteras indefinibles.

Ni siquiera la reciente visita del Presidente Macrón a Argelia para enhebrar la reconciliación, iniciativa sin precedentes desde 1962, ha ido más allá de lo protocolario, si se descuenta la decisión de interpretar conjuntamente la historia común, y la lógica pérdida de vigencia de las generaciones que hicieron la guerra entre la Metrópoli y la Provincia argelina, aunque el gesto puede ser fructífero a largo plazo, si se resuelven los problemas colaterales actuales, cuya emergencia en una forma de antirracismo, surgida en Francia, que interactúa con el sentimiento de colonialismo, exacerbado por su componente de islamismo, que a menudo desemboca en yihadismo radical, suscita importante inquietudes en el Exágono.

Marruecos se está armando como nunca lo había realizado, en términos de rapidez, modernidad de los materiales sustituidos, en los tres ámbitos tradicionales y en el Espacio, con planes integrales en todos los sistemas de armas que complementan sus capacidades, y es también muy probable en el espacio cíber , aspectos que si se suman a la tecnología que le puede proporcionar su aliado tradicional, ahora público, Israel, y sobre todo Estados Unidos su “gran protector” geopolítico en la zona, como aliado con el que cuenta para la zona estratégica del Estrecho de Gibraltar, se esté convirtiendo en una potencia a tener en cuenta, aunque su objetivo sea contener y disuadir a Argelia, y combatir a su protegido Frente Polisario.

Sin duda que los aspectos comerciales, turísticos, y los grandes proyectos de infraestructuras del país vecino, además de su gran influencia en el control de las migraciones hacia Europa, y valladar del islamismo radical, pueden hacer del país vecino un temible competidor a futuro, aunque las reacciones institucionales, en las consecuencias del reciente terremoto del Atlas, puedan hacer restringir este entusiasmo, por las carencias detectadas.

Para España un Marruecos estable es fundamental bajo un punto de vista geopolítico y geoeconómico, pero es necesario reconocer en él un riesgo, tanto por actuaciones anteriores, aprovechando debilidades políticas españolas, como por su rearme con capacidades que obligan a España a reforzar las suyas, por el mero diálogo de la disuasión convencional que de momento ha evitado que no se emularan los conflictos de la primera mitad del siglo XX y que debe seguir teniendo vigencia ante las apetencias territoriales del “Gran Marruecos”, que de tarde en tarde son expresadas incluso por altas autoridades del país del sur; tampoco habría que desestimar la importancia de la influencia, y a veces presión, que representa en la Península Ibérica la población de origen marroquí y no digamos nada en Europa, en Francia y Bélgica especialmente, donde la colonia marroquí es mayoritaria, pero también en Alemania, donde su influencia, a veces vía servicio de inteligencia, aparecen a menudo en los medios, como últimamente en el entorno del Parlamento Europeo.

Estos aspectos, sumados a un inicio de discrepancia con Israel, difuso pero evidente, por la postura española sobre las consecuencias de sus operaciones en Gaza, presidiendo la Unión Europea, pueden enturbiar las magníficas relaciones que siempre han existido con el país judío, potenciando alternativas con el país magrebí que habría que analizar como riesgos a la Seguridad Nacional, recuperando una posición neutra en el Magreb y la tradicional relación con el Estado judío.

Autor: Ricardo Martínez Isidoro / General de División, miembro de la Asociación Española de Militares Escritore (AEME), Fecha; 03.01.2024. Imagen: Parlamento de Marruecos.

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