El Ateneo de Santander acogió ayer una conferencia de Rafael Maldonado de Guevara, profesor de la Universidad Europea del Atlántico (UNEATLANTICO), sobre un privilegio igualitario de Sierra de Ibio, en Mazcuerras, que se extendió durante siglos por la Corona de Castilla.
El próximo 24 de julio se cumplirán 650 años de la data de una singular carta regia concedida por Enrique II de las Mercedes a Juan Fernández, vecino de Sierra de Ibio, lugar cántabro en el actual municipio de Mazcuerras. Con motivo de tal efeméride, el abogado y periodista Rafael Maldonado de Guevara y Delgado, profesor de Historia Económica en UNEATLANTICO y director de Comunicación de la Fundación Universitaria Iberoamericana (FUNIBER), ha compartido este martes en el Ateneo de Santander las conclusiones de un amplio estudio sobre una merced que rompió los esquemas de su época.
El profesor Maldonado ha explicado, en una conferencia titulada «Los Ibáñez de Ibio: 650 años del privilegio cántabro que igualaba a mujeres y hombres», que la merced consistía en una muy amplia exención tributaria concedida por motivos desconocidos a Juan Fernández, hijo de un tal don Ibáñez -patronímico adoptado posteriormente por la familia-, y a todos sus descendientes. El acto ha sido presentado por el presidente del Ateneo Manuel Ángel Castañeda.
La importancia y especialidad del instrumento consistía en que la inmunidad hacendística se transmitía igualmente por línea femenina como por línea masculina, contrariando a la norma general de las Partidas de Alfonso X el Sabio, que estipulaba que la mujer quedaba adscrita al estrato sociojurídico del marido, perdiendo privilegios familiares al casarse si su cónyuge no los gozaba. De tal modo, en estas líneas familiares cántabras se invertía el papel habitual de la mujer, quien asumía un rol principal en la transmisión de la memoria y de los instrumentos jurídicos del linaje; además de tener mucha fuerza en la concertación de los matrimonios, ya que las hijas del privilegio eran buscadas para su casamiento por los ricos propietarios, ávidos de exentar de impuestos su patrimonio familiar.
Según ha explicado el docente, el primer rastro documentado del privilegio consta en 1517, cuando fue exhibido ante la justicia de Santillana del Mar por un matrimonio vecino de Sierra de Ibio. Por otro lado, Maldonado ha advertido que, aunque la data de 1373 fue convalidada judicialmente durante siglos, el documento, al menos en la forma que ha llegado a nuestros días, posiblemente fue confeccionado en 1509, fruto de una corruptela urdida en la convulsa corte de la reina Juana, llamada la Loca.
En el transcurso del siglo XVI la merced se fue extendiendo por el concejo de Ibio y otros lugares de Cantabria, entre ellos Valles, Cabezón de la Sal, Reocín, Viveda o Pesquera. Con el tiempo, a su vez, la merced cántabra se propagó por las actuales provincias de Palencia, Valladolid, Salamanca, Cádiz, Toledo, Cuenca y Madrid, en donde los Ibáñez de Ibio se convirtieron en agentes facilitadores del comercio montañés con la corte madrileña, dadas sus exenciones fiscales, que alcanzaban la inmunidad de alcabalas, gravamen de las compraventas.
El impacto del privilegio familiar que liberaba de impuestos a todas las ramas de descendencia, con la consiguiente merma tributaria, fue tal que las cortes de la Corona de Castilla debatieron sobre la merced cántabra desde 1659 y legislaron para moderarla en 1672, constituyendo, a juicio de Maldonado, un instrumento de relevancia en la historia del tratamiento jurídico de la mujer en España.