No parece haber ninguna duda de que la guerra en Ucrania ha roto totalmente el orden internacional implantado por los Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial con independencia de que la decadencia de Occidente aún no se ha producido, aunque algunos indicios sin riguroso fundamento den la impresión de que ha empezado su proceso de descomposición.
Por un lado, China está actuando como un actor internacional de gran peso geopolítico ejerciendo un liderazgo en el entorno de pacificador global de conflictos como el que ha llevado a cabo el pasado 11 de marzo entre Arabia Saudí e Irán, dos potencias suní y shií respectivamente en Oriente Medio, y el que ahora empieza a realizar en la guerra de Ucrania ya que ha recibido y está recibiendo en Pekín a líderes de diferentes países en espera de encontrar un alto el fuego seguido de un acuerdo de paz y seguridad ruso-ucraniano. Algo similar quiere efectuar en el reciente conflicto de Sudan.
Por otro, tanto Rusia como Ucrania están tomando posturas de máximos a la hora de comenzar las previsibles negociaciones que debieran conducir a un acuerdo o tratado de paz permanente entre ambos actores. En líneas generales, mientras que Ucrania exige que Rusia retire sus tropas desplegadas en suelo ucraniano y abandone todos los territorios ocupados desde 2014, incluyendo la península de Crimea – actualmente Moscú ocupa parcialmente los oblast de Lugansk, Donetsk, Zaporiyia y Jersón – Rusia afirma que no se machará de ninguna parte del suelo ucraniano con independencia de que sigue declarando que Ucrania no es una nación y que continúa siendo territorio ruso.
En tanto este previsible proceso de negociaciones se ponga en marcha, la guerra en Ucrania continúa en un frente cercano a los 1.000 Kms desde el oblast de Jersón al de Lugansk, ambos incluidos, situándose los más importantes y sangrientos combates en el tramo limitado por la ciudad de Svatove en el Norte y Vuhledar en el Sur centrándose los mismos en el entorno de Bajmut, Soledar y Advika.
En esta guerra convencional actualmente caracterizada como asimétrica, de desgaste y de trincheras, los frentes estáticos sin posibilidad y capacidad de poder moverse pueden constituir una de las principales causas para que al final se llegue a un alto el fuego y se firme un armisticio o tratado de paz. Sin embargo, las posiciones políticas de ambos contendientes, en este momento, no están preparados para el inicio de negociaciones de alto el fuego, como más arriba se ha mencionado, y tiene la perspectiva de que va a durar todo el año 2023, de acuerdo con las declaraciones hechas a finales de marzo en el Senado por el Jefe del Estado Mayor Conjunto estadounidense, el general Mark Milley.
Hace ahora algo más de 8 décadas, durante la campaña de invierno 1942-43, en la Segunda Guerra Mundial, en estos mismos territorios ucranianos entre el Dnieper y el Donetz tuvo lugar la batalla entre el Grupo de Ejércitos alemán del Don, luego denominado del Sur, bajo el mando del Mariscal-general Von Manstein, contra las fuerzas soviéticas que intentaban cortar las líneas de comunicación alemanas por la línea Pereschtschepino-Pawlograd-Griscino, que en definitiva suponía impedir los abastecimientos logísticos del Grupo de Ejércitos citado por los puentes del Dnieper, lograr que se quedara sin carburantes y dejarle a merced de los ataques del enemigo con el objetivo fundamental de embolsarlo y destruirlo.
La contraofensiva alemana comenzó el 19 de febrero de 1943 y terminó el 14 de marzo con la conquista alemana de Jarkov. Mediante una brillante operación militar Von Manstein consiguió, por un lado, mantenerse en el frente del sureste en el entorno del río Mius con las pocas fuerzas que tenía, sin apenas reservas, obligando a rendirse a un Cuerpo de Caballería enemigo en tanto que consiguieron frenar el principal ataque soviético degenerando más adelante la ofensiva de Moscú en una serie de ataques parciales e inútiles hasta que se extinguieron definitivamente.
Por otro, las fuerzas acorazadas alemanas derrotaron a las fuerzas enemigas que avanzaban hacia los pasos del Dnieper, es decir, contra los grupos de combate situados en las inmediaciones y en el sur de Pawlograd. Más adelante, las fuerzas alemanas consiguieron derrotar a las Cuerpos acorazados y efectivos motorizados soviéticos penetrando hasta el Donetz. Seguidamente, y ya garantizada la defensa en el Mius donde las fuerzas enemigas carecían de cualquier capacidad ofensiva, la contraofensiva alemana se dirigió hacia Jarkov, tomando dicha capital y Belgorod el 14 de marzo, cuando comenzaba el deshielo y las operaciones militares se hacían impracticables.
Después de esta contraofensiva alemana victoriosa los frentes se estabilizaron, especialmente motivados por las condiciones del terreno donde la “raspútitsa” – fenómeno estacional que convierte la tierra firme en un barrizal poco favorable al avance de los vehículos militares – impidió reiniciar las operaciones militares hasta la siguiente operación de contraofensiva alemana, denominada “ciudadela”, como última tentativa de mantener la iniciativa en el teatro de la guerra del Este. La operación comenzó el 5 de julio de 1943, siempre dentro de la estrategia de Alemania fundamentalmente defensiva, pero esta vez con resultados negativos para las fuerzas alemanas ya que los ataques soviéticos, contando con una gran superioridad en personal y material, obligaron a retroceder a los Grupos de Ejército del Centro y del Sur alemanes a sus posiciones iniciales.
Como podemos comprobar, recordando las fechas en que se realizaron estas operaciones militares de la IIGM en estos territorios, las condiciones del terreno en el teatro de operaciones de la guerra en Ucrania – con independencia de la cantidad de personal, de la preparación y de la dotación de material de las fuerzas que puedan llegar a enfrentarse – la esperada gran ofensiva rusa o la contraofensiva ucraniana, con mucha probabilidad no estaría en condiciones de ser llevadas a cabo antes del verano.
Llegados a este punto, y si nos quedan aproximadamente dos meses para que se inicien las operaciones ofensivas rusas o las contraofensivas ucranianas, las preguntas que se pueden hacer ahora son ¿en qué términos o circunstancias se pueden encontrar ambos actores para el comienzo de verano? ¿habrán llegado a Kiev los suficientes refuerzos materiales, incluida la munición y la tan deseada aviación occidental, en especial, los F-16? ¿se habrá recuperado Moscú de las pérdidas de material moderno, habrá conseguido una producción suficiente de material acorazado y municiones y cuál será el nivel de fortificación alcanzado para entonces?
Para la nueva confrontación se pueden apuntar tres escenarios. 1) Que Ucrania haya recibido el suficiente material como para realizar la contraofensiva en tanto que Rusia aún no se haya recuperado ni en el aspecto materia ni en su capacidad operativa. En este caso la iniciativa será tomada por Ucrania; 2) Que Rusia se haya recuperado material y operativamente en tanto que Ucrania aún no ha recibido el suficiente material. La iniciativa estaría en manos rusas; y 3) Que ambos actores consideren que han recibido el suficiente material y que se hayan recuperado suficientemente como para iniciar las operaciones militares. En este caso, la iniciativa se debiera decantar por Ucrania, por razones políticas y estratégicas. El retraso temporal favorece a Moscú.
De los tres escenarios, me inclino por el primero en base a que los refuerzos a Ucrania se están efectuando de forma progresiva a pesar de algunas discrepancias no deseadas. Hay que tener en cuenta que para Occidente resulta de alto interés geoestratégico que se mantenga el equilibrio geopolítico en Europa y eso pasa, sin duda, por defender y garantizar la entidad política e integridad territorial de Ucrania. No se puede perder en este desafío.
Autor: General de División (R) Jesús Argumosa Pila. Miembro de la Asociación Española de Militares Escritores. Director de la Cátedra de Geoestratégia del Instituto Europeo de Estudios Internacionales (EIIE).
Imagen: El tanque ruso T-90M Proryv.