Muchos de nosotros no somos conscientes del problema que representa el acoso escolar hasta que no le ocurre a alguien cercano o hasta que nos abren los ojos, como me ocurrió a mí la legislatura pasada. El acoso escolar, consiste en agresiones sistemáticas hacia un niño, sostenidas en el tiempo y ejercidas por un colectivo determinado. Esto, tan somera y brevemente descrito, oculta auténticos dramas personales, dramas que en los casos más extremos llegan a suponer suicidios entre los niños acosados, y en muchos de los «menos extremos» secuelas de por vida. No olvidemos que quienes lo sufren, lo sufren en un periodo muy delicado, cuando se está formando su personalidad.
Se dan situaciones de una crueldad sin límites y hay que estar muy ciego, ser muy incompetente o ser muy sinvergüenza para no intentar poner solución a éste problema. Digo esto porque hace muy pocos días la consejera ha comparecido en comisión parlamentaria para dar cuenta del asunto y de cómo se afronta desde la Consejería, viendo la comparecencia queda la sensación de que el problema está totalmente controlado, ni siquiera la hizo falta agotar su turno, y las intervenciones de los portavoces de la oposición fueron casi obsequiosas, en resumen, un absoluto bochorno, y si alguna de las familias afectadas lo ha visto supongo su irritación.
Durante su intervención, la consejera informó de cómo han puesto en pie una estructura elefantiásica en la administración para enfrentar el asunto. Guías diversas, diferentes grupos de trabajo, algunos incluso formados por personal de varias consejerías, una inspectora específica, unidades de trabajo, congresos, programas, decretos, normas, planes tutoriales y un montón de protocolos. La Consejería, cual mal estudiante, parece que hace muchas cosas para no hacer realmente nada. Porque según la consejera, durante el año pasado apenas ha habido once casos en Cantabria, casos que según declara, han resuelto satisfactoriamente.
La consejera, consciente o inconscientemente, miente, y los grupos de la oposición, cuya función es fiscalizar la actuación del gobierno, en ésta ocasión, como en tantas otras, sin hacer su trabajo. Sí lo hubieran hecho quizá hubieran descubierto que los casos, por desgracia, son más, muchísimos más, hasta el punto de que los padres, frustrados e indefensos ante una administración que en lugar de ayudarles, les da la espalda, han tenido que asociarse, asociación, que a pesar de que probablemente no tenga conocimiento de todos los casos, ha recogido cifras abrumadoramente superiores a las declaradas con tanta ligereza por la señora consejera.
Casos, que en su inmensa mayoría, no son atendidos con la diligencia debida desde la administración. Nos encontramos con incidentes de brutales agresiones físicas, con secuelas y marcas visibles, que cuando se informa al centro educativo, sus responsables deciden, de su mano mayor, sin consultar siquiera en muchos casos con expertos, que no hay caso, que es poco menos que una invención, abocando a los familiares, a denunciar ante las autoridades, y a docentes que se toman su profesión en serio, a tener que ir trasladándose de centro en centro hasta que encuentran uno donde no se les presiona a ellos también, únicamente por querer hacer frente al problema.
Señora consejera, señores diputados, no hace falta crear estructuras administrativas enormes ni protocolos farragoso con todo el derroche de medios que ello conlleva, hay lugares donde están dando solución a éste problema de una forma satisfactoria sin todo éste montaje, con programas sencillos, sin tanta parafernalia, sencillos pero eficaces, déjense de inventar y copien, aprendan de quienes lo hacen bien, y dejen de tapar el problema, que no por taparlo deja de existir, sean conscientes de que están en juego vidas humanas, vidas truncadas prematuramente, o vidas arruinadas para siempre, no sean egoístas, dejen de pensar en adornarse con estadísticas falsas y afronten de verdad el problema, que para eso les pagamos.
Juan Ramón Carrancio: Portavoz de Ola Cantabria