Característica propia de la democracia es la separación de poderes, igual que es inherente a los gobernantes socavar esta separación, los autócratas con métodos y formas groseras, los que no lo son, con algo más de cautela y mejor escena, pero nada mas.
Desde la aprobación de la Constitución de 1978 y con el acuerdo alcanzado para nombrar el primer Tribunal Constitucional, la actuación de los partidos mayoritarios ha sido la propia de quienes se consideran con autoridad para ejercer el poder como si del reparto de un botín político e institucional se tratara.
La calidad democrática es más, bastante más, que ir a votar y ya está, el respeto institucional a los ciudadanos, no capitalizar la sociedad civil y evitar colonizar las instituciones destinadas a ser contrapesos del ejecutivo son mínimos a cumplir para alcanzar esa categoría democrática.
En España el sistema político establecido sitúa al Presidente del Gobierno como dominador, lógico, del ejecutivo pero además controla el legislativo, pues los diputados electos de su formación son puestos directamente por el. Tenemos entonces que desde la Presidencia del Gobierno se controla el poder ejecutivo y el legislativo, mientras que se tiene mecanismos para designar miembros al Tribunal Constitucional, influir en las designaciones del Consejo General del Poder Judicial o nombrar directamente la Fiscalía General del Estado. Es decir, el judicial también se encuentra «vigilado».
No son únicamente los poderes convertidos en meras funciones sin separación real, son también los organismos destinados a actuar como contrapoderes y/o control los que están convenientemente contaminados : Tenemos al Tribunal de Cuentas con una compi de Presidenta lo mismo que el Defensor del Pueblo e incluso organismos como la Comisión Nacional del Mercado de Valores, la Comisión de las Telecomunicaciones o el Consejo de Estado.
Esta es la realidad político / institucional de España, dejando la evidencia que no existe separación de poderes, en todo caso una mera separación de funciones que sitúa la calidad democrática del País en unos estándares que siendo generosos podemos calificar de morosos.
Ante esto qué se puede hacer, cómo se desatasca esta grosera situación …? desde luego aunque el enunciado pueda exponerse con desenvoltura, afrontarlo es cuestión política de dificultad en grado mayor.
Es necesario liberar e independizar la acción política de los Diputados, hacerlos independientes del dedazo del Jefe del Partido en lo máximo posible. Cómo …? modificando las circunscripciones electorales, que la elección sea por voto directo a los candidatos y liberándolos de la necesidad de ir en la lista del Partido, para que aún presentándose bajo sus siglas su decisión para ser candidato sea la determinante, esta daría un legislativo más independiente, menos lanar y obediente, puesto que los Diputados electos lo han sido por votación directa de los ciudadanos, no por ir emboscados en una candidatura.
No es fácil que esto pueda darse, los aparatos de los partidos son estructuras implacables, pero tomamos conciencia de la necesidad de contar con un legislativo más libre del índice del jefe del partido o no habrá separación de poderes, no habrá forma de evitar la función del ejecutivo con el legislativo y la metástasis política del judicial.
La separación de poderes en democracia no es algo cosmético, es la garantía final de nuestra libertad, la que evita abusos e injusticias, porque siendo iguales ante una Ley que no se encuentre contaminada cuando llega el momento de su aplicación, se convierte en el último bastión ante los abusos del Estado y da calidad democrática.
Autor: Alfonso del Amo-Benaite. Consultor de Mercados & Marketing.