Repara, la oficina del arzobispado dedicada la atención de las víctimas sostiene: “Que no haya denuncias no significa que no haya casos. Los casos del pasado son casos del presente”. Con esta difusión, Carlos Osoro (Castañeda, Cantabria, 1945) , vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), y su diócesis marcan un discurso que revela una división en la Iglesia española sobre cómo afrontar el problema: el bloque que se niega a revisar su pasado y el que persigue una investigación activa que ayude a conocer la verdad y a reparar a las víctimas.
«La denuncia ayuda», «un solo de caso de abusos ya son demasiados», «el dolor de las víctimas no prescribe»… Estos son algunos de los recordatorios que lanza el Proyecto Repara en un vídeo hecho público este lunes, 14 de febrero, para desmentir falsas creencias sobre los abusos y sus consecuencias.
Apenas tres semanas después de informar de que en 2021 atendió a 103 víctimas y mantuvo su apuesta por la formación, el proyecto del Arzobispado de Madrid recoge algunas de las afirmaciones más escuchadas al abordar el drama de los abusos y las confronta con lo que su equipo detecta en el día a día. «Los prejuicios de la sociedad y la estigmatización de las víctimas obstaculizan las actuaciones que son necesarias y urgentes –subraya–. Para dejar atrás las falsas creencias se requiere una información veraz, comunicación y transparencia».
«En la Iglesia, más grave y más escandaloso»
A aquellos que sostienen que la denuncia daña a la Iglesia, Repara les recuerda que, «en realidad, las denuncias por posibles abusos ayudan a afrontar y prevenir que se produzcan este tipo de situaciones», y lamenta que «lo que realmente le perjudica es el silenciamiento y la desconfianza respecto de las víctimas». «La denuncia ayuda», asevera.
Además, frente a quienes defienden que en la actualidad ya no hay casos de abusos en la Iglesia, reconoce que el hecho de «que no haya denuncias no significa que no haya casos» y remarca que «los casos del pasado son casos del presente, sobre todo cuando la herida de las víctima sigue abierta y aunque quien abusó haya fallecido». «Es necesario denunciar los posibles casos de abusos», abunda.
El proyecto de la diócesis de Madrid rehúye de las justificaciones de que los abusos se dan en otros entornos y de que en la Iglesia «el porcentaje es mínimo». Según detalla, es cierto que «los abusos se producen mayoritariamente en el seno familiar», pero «no exclusivamente», y «cuando se dan en la Iglesia es todavía más grave y más escandaloso porque contrasta con su autoridad moral y su credibilidad ética». «Un único caso de abusos ya son demasiados», añade, aludiendo a varios pronunciamientos del Papa y del propio arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro.
«No creer a las víctimas implica doble dolor»
Fruto del trabajo diario con víctimas, Repara desmiente que estas busquen dañar a la Iglesia y destaca que lo que necesitan es «sanar sus heridas», tan profundas que muchas veces «incluso se resisten a dar el nombre de quien abusó de ellas» o no se atreven a «nombrar lo que han sufrido» hasta «30 o 40 años después». «El paso del tiempo no cura las heridas. El dolor no prescribe», insiste.
En esta línea, asegura que no hay denuncias falsas, sino que «son fundadas» porque «quien se declara víctima de abuso y denuncia tiene poco que ganar y mucho que perder». Y muestra especial preocupación por «el dolor» que se causa al no creer a menores, que ciertamente «pocas veces inventan historias relacionadas con su intimidad» y que «no pueden fantasear detalles de una actividad sexual cuyo conocimiento es absolutamente inapropiado para su edad». «No creer a las víctimas –prosigue– implica doble dolor».
Precisamente en relación con la edad de las víctimas, el proyecto incide en que «no se pueden descargar en el niño conductas seductoras con fines sexuales ni hablar de consentimiento», al tiempo que advierte de que «no hay edad mínima ni máxima para las víctimas» porque «en una relación asimétrica basada en el abuso de poder, y que acaba en abuso sexual, no hay consentimiento», dado que «la libertad de la víctima ha quedado comprometida por el tipo de relación que tiene con quien abusa de ella».
«En el abuso se vulnera la dignidad de la víctima –enfatiza Repara en otro punto–. La vulnerabilidad no es algo que tiene la víctima, como si se tratase de un defecto, sino algo que provoca quien abusa. Es la relación de abuso la que conduce a la persona a una situación de vulnerabilidad».