Las conchas marinas del yacimiento de El Mazo (Llanes, Asturias) y la playa de Langre (Cantabria) han permitido establecer con mayor precisión la edad de los yacimientos arqueológicos en un estudio que ha estimado los valores del llamado «efecto reservorio» del mar, que distorsiona la antigüedad estimada de los depósitos arqueológicos.
La investigación, publicada en la revista internacional Quaternary Geochronology, ha sido coordinada por Asier García Escarzaga, investigador posdoctoral de la Universidad de La Rioja, en colaboración con otros investigadores del Instituto Max Planck (Alemania), de la Universidad de Cantabria (España) y de la Universidad de Kiel (Alemania).
Las conchas marinas son utilizadas con frecuencia para establecer la antigüedad de los yacimientos arqueológicos en los que son encontradas, mediante el análisis de radiocarbono. Sin embargo, la edad que arrojan es cientos de años más antigua que la época real en la que vivieron los moluscos que las formaron. Esto se debe a que los restos de organismos marinos contienen menores niveles de carbono 14 que los de seres vivos terrestres, aunque tengan la misma edad.
La distorsión producida por este hecho, conocido como «efecto reservorio» del mar, es distinta para cada zona del océano y época. «Establecer su valor resulta crucial para una datación precisa a través de las conchas marinas, sobre todo cuando estas representan la mayor parte de los restos recuperados. Una situación muy común en los yacimientos formados en el norte de la península ibérica hace aproximadamente 8.000 años», indica Asier García.
En este estudio los investigadores han conseguido estimar el «efecto reservorio» del mar Cantábrico para una antigüedad de entre 9.000 y 7.500 años. Han empleado una novedosa metodología (modelización bayesiana) aplicada tanto a conchas arqueológicas -procedentes del yacimiento de El Mazo (Llanes, Asturias)– como modernas (recolectadas en la playa de Langre en Ribamontán al Mar, Cantabria).