«Putin ha amenazado con utilizar el arma nuclear en la guerra en Ucrania, al menos en 5 ocasiones»
Hace algo más de una centuria, el geógrafo británico Harold Mackinder, estableció la teoría del Heartland o Tierra-Corazón – la inició en 1904 con una conferencia titulada pivote geográfico de la historia y la consolidó en 1919 -. Mackinder establecía un área pivote o región cardial representada por Asia Central y Europa Oriental, en la que el poder terrestre tendría una mayor ventaja frente al dominio marítimo por su inaccesibilidad por mar, el aprovechamiento de los rápidos medios de comunicación – en aquella época se estaban construyendo los ferrocarriles – y por la explotación de los recursos del área.
La teoría de Mackinder señalaba que “quién domina el Este de Europa, domina el Heartland, quién domina el Heartland reina en la Isla Mundo – el continente euroasiático y el africano -, quién domina la Isla Mundo gobierna en el Mundo”. A lo largo de gran parte de la guerra fría, esta teoría impregnó el modelo geopolítico de la bipolaridad, materializado en la rivalidad entre Estados Unidos y la antigua Unión Soviética.
En esta segunda decena del siglo XXI, ha vuelto a renacer la importancia y trascendencia del Este de Europa, donde se ubica Ucrania. De acuerdo con Zbigniew Brzezinski, Ucrania es un pivote geopolítico porque su propia existencia como país independiente ayuda a transformar a Rusia. La pérdida de la independencia de Ucrania tendría consecuencias inmediatas para Europa Central, al transformar a Polonia en el pivote geopolítico de la frontera oriental de la Unión Europea.
En el momento actual, los cuatro principales actores estratégicos mundiales están posicionados, fundamentalmente, en dos bloques. Por un lado, Estados Unidos como único actor que puede proyectar el poder militar a cualquier parte del mundo, junto a la Unión Europea con una alta capacidad económica y comercial pero aún sujeta a ciertas divisiones internas para convertirse realmente en un actor geopolítico. Constituyen el bloque democrático.
Por otro lado, nos encontramos con el bloque autoritario formado por China como potencia emergente, no solo en el campo económico con su principal apuesta estratégica denominada Belt and Road Initiative (BRI) o nueva Ruta de la Seda, en la que ya ha invertido más de un billón de dólares desde 2013, y por Rusia, como principal potencia nuclear internacional – junto a Estados Unidos – y con una profunda política revisionista contra el actual sistema global, establecido por Occidente, desde el final de la Segunda Guerra Mundial (IIGM).
En este marco geopolítico, la actual situación de la guerra en Ucrania se caracteriza por un frente bélico de unos 1.000 km, donde se está llevando a cabo una guerra de posiciones, también llamada guerra de desgaste, en la que se han establecido un conjunto de posiciones defensivas tanto rusas como ucranianas. Lo que se puede denominar un frente estático, sin que ninguna de ambas partes tenga capacidad operacional suficiente para efectuar un ataque decisivo que proporcione resultados estratégicos que puedan cambiar sustancialmente el desarrollo de la guerra.
El pasado 17 de noviembre, el presidente estadounidense, Joe Biden, autorizó a Ucrania a utilizar misiles de largo alcance, ATACMS, contra el territorio ruso después que el presidente ruso, Vladimir Putin, hubiera anunciado el cambio de su doctrina nuclear, el pasado 15 de septiembre, declarando que Rusia podía utilizar armas nucleares en respuesta a un ataque convencional que suponga una “amenaza crítica para nuestra soberanía”, una formulación vaga que dejaba un amplio margen para su interpretación, y de que ya hubieran llegado a Rusia 12.000 efectivos de Corea del Norte para combatir en la guerra en Ucrania.
El primer ataque de Ucrania con misiles ATACMS estadounidenses dentro del territorio ruso se efectuó el pasado 19 de noviembre. Este ataque con misiles estadounidenses fue seguido, al día siguiente, por ataques ucranianos con misiles británicos STORM SHADOW de largo alcance contra territorio ruso, una vez recibida la autorización del Reino Unido.
La respuesta de Rusia, ante el ataque de Ucrania con los misiles estadounidenses fue lanzar un ataque, el 21 de noviembre, contra la ciudad ucraniana de Dnipró, de siete misiles de crucero Kh-101 lanzados desde bombarderos estratégicos Túpolev, además del misil balístico hipersónico experimental de medio alcance Oreshnik lanzado desde la región de Astracán, a unos 1000 km de Dnipró. Previamente se había comunicado a Washington este último lanzamiento.
De hecho, el lanzamiento del misil Oreshnik es alarmante, fundamentalmente por tres razones, por un lado, es un misil que puede llevar tanto ojivas convencionales como nucleares; por otro lado, tiene un alcance cercano a los 2.500 km, con lo que incumpliría el Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio (INF, en inglés), pacto clave para evitar una escalada nuclear que Estados Unidos y Rusia abandonaron en 2019; y en tercer lugar, el más preocupante, con este lanzamiento Rusia sigue amenazando con el posible uso de armas nucleares.
También es verdad que la respuesta de Rusia no ha sido la que ha estado anunciando repetidamente Putin de utilizar el arma nuclear. Lo cierto es que Putin ha amenazado con utilizar el arma nuclear en la guerra en Ucrania, al menos en 5 ocasiones: unos días antes del 24 de febrero de 2022, cuando lanzó desde Bielorrusia misiles intercontinentales; en la contraofensiva ucrania del otoño de 2022; cuando se anunció la entrega a Ucrania de CC Leopard; cuando se anunció la entrega de los F-16; y, por último, en este otoño cuando se anunció la entrega a Ucrania de los misiles balísticos de largo alcance.
En el fondo lo que Putin ha estado realizando en su estrategia de terror contra Ucrania desde el comienzo de la guerra, ha sido utilizar el arma nuclear como amenaza cuando se está desarrollando una guerra convencional. Para ello, ha estado llevando a cabo un planteamiento permanente de querer romper la estabilidad del actual equilibrio de la disuasión nuclear entre ambas potencias, que son las que almacenan más del 90% de las armas nucleares mundiales.
La disuasión nuclear entre ambas potencias se ha mantenido en un horizonte aceptable desde los años 50 del siglo XX – entonces la parte rusa estaba representada por la antigua Unión Soviética – con la única excepción de la llamada crisis de los misiles de Cuba, en la que ambos adversarios estuvieron cerca de romper el equilibrio de la disuasión nuclear. Es al comienzo y durante la guerra en Ucrania, cuando Rusia inicia una campaña de periódicas amenazas del uso del arma nuclear estando a punto de poner en peligro el control mutuo de la disuasión nuclear.
Lo que sí está claro es que, por encima de la guerra convencional en Ucrania, en la actual coyuntura de inestabilidad e incertidumbre internacional se está llevando a cabo una feroz pugna entre Estados Unidos y Rusia que puede afectar al campo nuclear. El primero queriendo mantener el sistema de seguridad internacional actual y el segundo, adoptando una postura revisionista para cambiar y establecer un nuevo sistema internacional de tipo multipolar. Para ello, Rusia utiliza la disuasión nuclear a su favor en contra de la postura estadounidense de mantenerla estable y controlada.
Antes de que Donald Trump se haga cargo de la presidencia de Estados Unidos, el próximo 20 de enero, se debieran tener en cuenta las siguientes consideraciones; 1) mantener estable y equilibrada la disuasión nuclear ruso-estadounidense; 2) procurar que Ucrania disponga de las mejores bazas estratégicas que debe presentar en las previstas negociaciones del final de la guerra, y 3) recuperar, proteger y conservar la ineludible unidad de Occidente, liderado por Estados Unidos y la Unión Europea, apoyando sin ninguna fisura a Ucrania.
Autor: General de Divisisón (R) Jesús Argumosa Pila / Asociación Española de Militares Escritores / Imagen: General de división Jesús Argumosa Pila. (Foto: https://www.ayto-villacanada.es/).