«Corea del Norte no solo aporta munición y misiles a Moscú sino también unos 12.000 soldados para luchar en el frente de combate frente a Ucrania»
En un análisis de las tendencias políticas y estratégicas actuales, se perciben dos concepciones diferentes de cómo se puede estructurar la nueva era geopolítica. Por un lado, la que está basada en los valores y principios de la democracia y, por otro, la que se sustenta en el autoritarismo, en la falta de libertad y en un orden represivo. Es decir, se vislumbra una disputa geopolítica entre fuerzas geoestratégicas democráticas y fuerzas geoestratégicas autoritarias.
Con este marco de referencia, la mayor parte de la comunidad internacional es consciente de que el resultado de las elecciones estadounidenses va a influir fuertemente en la nueva configuración geopolítica que se está gestando en este primer tercio del siglo XXI. Paso a señalar el decálogo de los efectos más importantes que se pueden producir en el teatro estratégico internacional cuando Donald Trump ya es el actual presidente electo de Estados Unidos.
El primero es el futuro de la guerra en Ucrania. Trump ha criticado la ayuda estadounidense a Kiev y ha manifestado que tiene un plan de paz para Ucrania: suprimir el apoyo militar a Kiev, impedir la entrada de Ucrania en la OTAN y dejar a Europa la reconstrucción del país. Con estos supuestos, Europa no podría apoyar a Ucrania con objeto de hacer frente con eficiencia a la invasión rusa. Todo ello conduciría a unas negociaciones de paz, en unas condiciones desfavorables para Ucrania en las que, con mucha probabilidad, Rusia se quedaría con algunos territorios ucranianos.
El segundo efecto se refiere al conflicto en Oriente Medio. Trump apoyará a Israel en todo aquello que necesite incluyendo aquellas acciones que puedan impedir a Irán la posibilidad de disponer del arma nuclear que constituye un objetivo estratégico permanente del régimen sionista. Lógicamente en una guerra de Israel contra Irán, Estados Unidos apoyaría en todo momento a Israel. En cuanto a la guerra en Gaza, el gran problema es que ambas partes del conflicto tienen razón por lo que no se esperan grandes cambios a corto plazo.
Como tercer efecto se considera a Europa, donde el impacto de la nueva Administración será alto. Se podrían producir problemas para la UE en asuntos que van desde la seguridad y la ayuda a Ucrania a los aranceles comerciales pasando por las tecnologías emergentes y disruptivas. Trump ha amenazado con poner en cuestión los actuales vínculos entre la UE y Estados Unidos. Ello exige que la UE acelere su autonomía estratégica – con Alemania y Francia en una situación débil -, con el propósito de actuar de forma independiente con sus propios intereses en los espacios económico, tecnológico, de seguridad y de defensa en el nuevo orden internacional que se avecina.
El cuarto hace referencia a la OTAN. Con mucha probabilidad, Trump ejercerá una fuerte presión para que se incremente el gasto militar. A mayor abundamiento, puede producirse un debilitamiento de la Alianza en su relación con Rusia, toda vez que cuando haya que tomar decisiones firmes y enérgicas frente a Rusia, la buena sintonía entre Trump y Putin provoque que no sean apoyadas por Estados Unidos, cuando se pongan en cuestión las principales respuestas de la OTAN, en especial en las negociaciones de paz para el fin de la guerra en Ucrania.
El quinto efecto se proyecta sobre las relaciones con China, su rival sistémico. Dichas relaciones sufrirán un fuerte deterioro en los campos económico, comercial y tecnológico con los altos aranceles que impondrá la nueva Administración, señalados más adelante. En cuanto a la seguridad, los continuos incidentes en el Mar de China Meridional derivados de la actitud agresiva china que están creando una gran inestabilidad, incrementará la tensión entre ambos países, a lo que se añade el incierto futuro de Taiwán.
Conforma el sexto el realineamiento en la geopolítica mundial donde aumenta la cooperación y colaboración entre las potencias autocráticas y reivindicativas del actual sistema internacional diseñado por Estados Unidos desde el final de la II Guerra Mundial, como Rusia, China, Irán y Corea del Norte. Mientras China apoya tecnológicamente a Rusia, Irán proporciona drones y misiles, Corea del Norte no solo aporta munición y misiles a Moscú sino también unos 12.000 soldados para luchar en el frente de combate frente a Ucrania. Con Trump no será fácil mantener el sistema de alianzas entre grandes potencias y potencias emergentes del espacio democrático, pero habrá que hacerlo si Occidente quiere seguir teniendo peso y protagonismo en la nueva era geopolítica que se avecina.
El séptimo efecto se refiere a la vuelta de Washington al aislacionismo. El movimiento aislacionista conforma una corriente muy grande en Estados Unidos que cuenta con la adhesión del 30% de la opinión pública de acuerdo con las encuestas realizadas por el Consejo de Relaciones Exteriores de Chicago. La corriente aislacionista de Trump se extiende a todos los niveles, político, comercial y de seguridad. Con Trump en la Casa Blanca no está garantizada ni la OTAN ni la defensa de Taiwán en caso de que China atacara a este país.
El octavo lo constituye el proteccionismo que alcanzará una cota muy relevante con un sistema de aranceles que ha mencionado Trump durante la campaña electoral. Ha dicho que el arancel universal de los productos importados debiera ser como mínimo del 10% aunque ya al final de campaña la subió al 20%. Sin embargo, lo más impactante fue su amenaza de imponer un arancel del 60% a todos los productos chinos o despojar a China de nación más favorecida lo que supondría un golpe a los cimientos de la OMC.
La economía conforma el noveno efecto, que es la gran preocupación para los estadounidenses. Aunque la economía se encuentra en el pleno empleo y el PIB de Estados Unidos es uno de los que más está creciendo entre las economías avanzadas, Trump ha prometido la aplicación de aranceles a los productos extranjeros con el objetivo de forzar a las empresas a traer de vuelta la producción manufacturera junto a una rebaja generalizada de impuestos. Por último, el décimo efecto se relaciona con la inmigración, que siempre ha sido una prioridad para todos los presidentes estadounidenses, Trump tiene previsto tomar un conjunto de medidas entre las que sobresalen la disminución del número de refugiados que pueden entrar en el país cada año, así como intentar eliminar el programa DACA que protege de posibles deportaciones a inmigrantes ilegales llegados al país cuando eran niños.
Hay que ser realista y tener muy en cuenta que la actitud autoritaria de Trump puede poner en cuestión y debilitar el sistema democrático estadounidense. Es cierto que si se rodea de buenos asesores pueden amortiguar su postura dictatorial, pero también es verdad, como ocurrió durante su primer mandato, que no es nada fácil hacerle cambiar de opinión. Esperemos que los resortes del Estado democrático sean capaces de controlar dicha actitud.
En definitiva, los posibles efectos en el próximo mandato de Trump que se han señalado en este decálogo formarán parte de la nueva época geopolítica en la que las superpotencias, grandes potencias y potencias emergentes se encuentran en una competencia geoestratégica despiadada. Con estos mimbres estadounidenses Occidente debe de ser capaz de articular un nuevo orden internacional que se adapte y se adecúe a las relaciones de poder de este siglo XXI, en el entorno de las dos fuerzas geoestratégicas enfrentadas citadas en la introducción.
Autor: General de División (R) Jesús Argumosa Pila / Vicepresidente 2º de la Asociación Española de Militares Escritores (AEME). Imagen: https://infodefensatv.infodefensa.com/?ref=mobilelogo