21/11/2024

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Meruelo acoge el homenaje al Héroe de España, D. Luis Vicente de Velasco e Isla

En el exterior del Ayuntamiento de Meruelo se ha rendido esta mañana de sábado 21 de septiembre un homenaje y reconocimiento, como en años anteriores, al Héroe de España, D. Luis Vicente de Velasco e Isla, en un acto que ha contado con una nutrida representación social y militar, bajo la organización del Ayuntamiento de Meruelo y de la Real Liga Naval Española con su delegación de Cantabria y de Castilla y León.

El alcalde de Meruelo, Evaristo Domínguez, ha estado acompañado en este acto, entre otras personalidades,  por la alcaldesa de Noja, Mireia Maza; el presidente de la Real Liga Naval Española con su delegación de Cantabria y de Castilla y León, Luis Roberto de la Fuente Sánchez, y el Subdelegado Carlos de la Fuente; el delegado de Defensa en Cantabria, Emiliano Blanco; y el Comandante Naval Capitán de Navío (CN) Jorge Hernández de Armijo. Tras celebrar el homenaje al Héroe del Castillo del Morro en La Habana (Cuba), Luis Vicente de Velasco e Isla, se ha rendido un caluroso reconocimiento al escuchar en el cierre del acto, el Himno de España.

REPRODUCCIÓN EL ACTO EN VÍDEO:   https://www.facebook.com/cantabriadirecta/videos/1307215033596809

Luis Vicente de Velasco e Isla

Carlos III mandó levantar una estatua dedicada a Velasco en Meruelo, cerca de Noja, y concedió a sus sucesores el marquesado de Velasco del Morro —con lo que quedaban unidos el nombre del castillo y el apellido de su defensor—, al que iba unida una pensión anual de veinte mil reales. El título recayó en Íñigo José de Velasco, hermano de Luis Vicente, que había muerto soltero. También se dispuso que el nombre de Velasco fuera dado a algún navío de la Armada.

La primera fecha de la vida de Luis Vicente de Velasco e Isla de la que se tiene constancia cierta es la de su bautismo, que tuvo lugar el 9 de febrero de 1711 en la iglesia parroquial de San Pedro, de su villa natal, Noja. Hijo de Pedro de Velasco Castillo, caballero de la Orden de Santiago, y de María Antonia de Isla, ambos descendientes de familias de alta alcurnia. Entre los ascendientes de su padre figuran algunos Velasco que fueron protagonistas de importantes hechos de nuestra historia, y habían llegado a ser condestables de Castilla y duques de Frías. El apellido de su madre lo heredaron gentes importantes, como José de Isla, conde de Isla Fernández, que llegó a ser senador del Reino en la segunda mitad del siglo XIX.

Recibió su bautismo de fuego en 1727, en el sitio que España puso para intentar la toma de Gibraltar. Más tarde participó en la reconquista de Orán (1732), al estar destinado en la escuadra del teniente general Francisco Cornejo, que llevó a la toma de la plaza al ejército del duque de Montemar.

Ascendió a capitán de fragata hacia 1741. Al mando de una fragata pasó al Nuevo Mundo como parte de los refuerzos enviados a las Antillas y América (principios de 1742), y realizó varios cruceros entre La Habana y Veracruz. Velasco realizó diversos viajes entre Europa y América, integrado en las escuadras de los generales Benito Spinola y Andrés Reggio.   Ascendió a capitán de navío (1754) y tomó el mando del navío Reina. Realizó un viaje de Veracruz a Cádiz (1761) con el teniente general Blas de la Barreda a bordo, y después de efectuar un recorrido de su barco en la Carraca, regresó con el Reina a La Habana (principios de 1762).

Velasco se encontraba con su barco en La Habana, integrado en la escuadra de Gutiérrez de Hevia, marqués del Real Transporte (1762), cuando se produjo el ataque inglés a la plaza. Dicho ataque fue realizado por una fuerza expedicionaria mandada por el almirante Pocock, con un cuerpo de desembarco mandado por Albermarle, y el apoyo de la escuadra del Caribe mandada por el comodoro Keppel. Las fuerzas españolas en el apostadero de La Habana estaban formadas por ocho navíos de línea y seis fragatas. Los barcos ingleses aparecieron a la vista del apostadero en la madrugada del 6 de junio, al estar a unas doce millas de La Habana.

Uno de los puntos clave de la defensa del apostadero era el castillo del Morro (también llamado “de los Tres Reyes”), situado en la orilla norte de la bocana del puerto, artillado con sesenta y cuatro cañones de bronce y algunos de hierro, al que fue destacado como gobernador el capitán de navío Luis de Velasco, en un principio con una guarnición de unos setecientos hombres (trescientos soldados de línea, cincuenta de Marina, cincuenta de Artillería y trescientos gastadores).

El bombardeo del Morro se intensificó el 1 de julio con el fuego de cuatro navíos de línea. Fue un terrible combate de treinta cañones de la banda del mar del castillo, contra un total de ciento cuarenta y tres cañones por cada banda de los barcos atacantes, en el que Velasco se multiplicó para acudir a los lugares más comprometidos. La gente de la ciudad no creía que el castillo pudiera resistir, y los británicos se asombraban de que los defensores no izaran bandera blanca.

Cuando Velasco llevaba unos treinta y siete días casi sin dormir ni cambiarse de ropa, sufrió una fuerte contusión en la espalda (14 de julio). Recibió la orden terminante del marqués del Real Transporte de retirarse a la plaza para descansar y recuperarse, lo que cumplió el día 15, en que se retiró con el capitán de fragata Ignacio Ponce y el sargento mayor de la fortaleza Montes. Fueron sustituidos por Francisco de Medina, comandante del navío Infante, y Diego de Argote, comandante de la fragata Venganza.

Hacia el mediodía del 30 de julio, tras pasar una inspección a diferentes obras de reparación del castillo, se retiró a almorzar en compañía de González-Valor. Sobre la una y media de la tarde se oyó una explosión sorda, muy diferente de las producidas por los disparos de los cañones. Era la explosión de la mina preparada el día anterior, que abrió un boquete en el muro por el que entraron los primeros ingleses.

Cuando los ingleses llegaron a la sala de armas del castillo donde Velasco estaba siendo curado, le saludaron con todo respeto y le preguntaron si quería ser atendido por los mejores cirujanos del campamento inglés o prefería ser atendido por los médicos españoles de la plaza, y él eligió la segunda opción. Sobre las seis de la tarde de aquel día se estableció una tregua, y Velasco y Montes fueron llevados en falúa a la plaza, acompañados por un ayudante de campo de Albermarle.

Se practicó la operación sin demora. Velasco resistió de forma estoica, pero la fiebre fue en aumento, se produjo una infección de tétanos y falleció al día siguiente (31 de julio) rodeado de sus superiores, camaradas y amigos. Ambos ejércitos, sitiador y sitiado, suspendieron sus fuegos aquel día en tributo a la muerte de un valiente. Velasco fue enterrado al día siguiente (1 de agosto) en el convento de San Francisco, con toda la solemnidad que fue posible.

Luis Vicente de Velasco fue un hombre valiente, como lo demostró a lo largo de su carrera, y sobre todo en la defensa del Morro que le costó la vida. Fue también un hombre trabajador y sacrificado, querido por su gente como se vio en los recibimientos que se le dispensaron al regreso de alguna de sus comisiones o al reincorporarse al Morro el 24 de julio. Por otra parte, los informes y partes, objetivos y precisos, escritos por Velasco durante la defensa del Morro, en ocasiones muy escuetos, descubren una personalidad realista, serena, sencilla y templada, como es el caso del escrito el 26 de junio dirigido al marqués del Real Transporte, que decía: “Muy Señor mío: Quedo reconocidísimo a la fineza de V.S. por la remisión de los 88 hombres de mar, que hoy más que nunca se hacen precisos para el manejo de la artillería, si el diluvio de bombas, en que V.S. habrá reparado, no nos la desmonta”.

Hasta principios del presente siglo los barcos ingleses que pasaban frente a las costas de Noja, disparaban salvas de honor en señal de reconocimiento hacia Don Luis Vicente de Velasco, por el valor y heroicidad demostrados en la defensa del Castillo del Morro de la Habana.

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