«Nos dirigimos a la tormenta perfecta, una sociedad en la que la familia es apartada y menospreciada»
Mérito es el resultado del esfuerzo. En educación el mérito se cuantifica a través de las calificaciones del esfuerzo en aprender los conocimientos que el colegio, la escuela o el instituto o la universidad transmiten al alumno. El mérito, reclamación democrática en las revoluciones liberales como forma de justificar el desposeer a las aristocracias de la sangre de determinados empleos, de democratizar la sociedad de manera justa.
Hoy el mérito ha entrado en crisis o mejor dicho los igualitaristas pretenden desposeerlo de su utilidad, eficacia y referencia de lo justo. Tener mérito, aprovechar y adquirir conocimientos es clasista. Los que se esfuerzan y consiguen objetivos son de un mismo grupo social y proceden de familias estables lo que va contra la equidad. Lo primero no sólo es dudoso si no que precisamente las clases menos favorecidas son las que más se benefician de un sistema educativo sano basado en el mérito, es su ascensor social natural. Lo segundo es la molestia sospechosa que la familia supone a los fanáticos igualitaristas.
Es otra pamplina que desprecia tanto la familia como la calidad en la educación. Un sistema no sobrevive mucho tiempo a la disolución de sus bases, a los destructivos experimentos educativos de los que además prefieren no medir su resultado porque suele ser desastrosos, en los que el mérito, el esfuerzo y la capacidad desaparecen como referentes. Evitar que el sistema genere personas muy diestras en diferentes parcelas del conocimiento y convertir el sistema en una máquina de igualdad de resultados aunque los méritos sean totalmente distintos en cantidad y calidad es suicida.
Al socaire de este ambiente enfermizo se han ido introduciendo en la escuela las preocupaciones sobre intereses grupales que son saludables si no fuera porque están sustituyendo las materias necesarias para el avance y el progreso en el horario lectivo. Es importante que los niños sepan que hay que cuidar la naturaleza, que las mujeres son iguales a los hombres en derechos y en todo, que las personas homosexuales merecen el mismo respeto que las heterosexuales… todo ello está bien. Pero todo ello no puede ni debe sustraer horas de Matemáticas, Ciencias, Lengua, Literatura, Historia o Idiomas.
Al parecer nos dirigimos a la tormenta perfecta, una sociedad en la que la familia es apartada y menospreciada, el mérito en el estudio y en general se transforma en sospechoso y clasista, el individuo, la persona queda no solo disuelta si no machacada en el grupo, las cuestiones sociales suplantan a los conocimientos y el objetivo es la igualdad de resultados. En China y en India están haciendo exactamente lo contrario, en poco tiempo nos daremos cuenta el daño irreparable que hacen a la sociedad los mantras del igualitarismo y sus sacerdotes.
Autor: Javier Soler-Espiauba Gallo / Profesor de Educación Física.