«La Comisión Nacional de Mercados y la Competencia llegó a cifrar por encima de los cien mil millones de euros la corrupción que saquea las arcas del Estado»
La democracia se sustenta sobre leyes e instituciones que emanan de los ciudadanos y en una clara separación de poderes de ejercicio democrático efectivo.
Existe la necesidad práctica de defender, ahí en donde sea necesario, la libertad, la vida y la propiedad, amparadas y sustentadas sobre leyes de «espíritu democrático» alejadas de ejemplos como la denominada»ley mordaza», perpetrada por uno de los ministros más dañinos que desde 1977 ha tenido la democracia española, que por otra parte nunca ha sido confundido con persona inteligente alguna.
La democracia tiene enemigos, su grandeza, también su servidumbre es que permite transitar por su hábitat a quien no cree en ella y a quienes cabalgan a lomos del tigre de la corrupción, uno de los problema más graves cuantitativamente, pero más importante aún cualitativamente por el efecto tormenta que expande.
La corrupción no es solamente un asunto español, esto no supone el menor consuelo, es mucho más amplia y alcanza tintes de tal gravedad que la propia Unión Europea ha puesto en marcha un paquete legislativo para enfrentar las actividades ilegales que en los países de la Unión suponen una estratosférica cantidad económica que ronda el tres por ciento del Producto Interior Bruto.
En España también la Comisión Nacional de Mercados y la Competencia llegó a cifrar por encima de los cien mil millones de euros la corrupción que saquea las arcas del Estado, ello como consecuencia de los sobre costes de los procesos administrativos por las deficiencias en los controles y los diferentes métodos de corrupción instalados.
El informe además pone en solfa los límites morales de la sociedad, que afecta la credibilidad en la capacidad de contención del Estado de Derecho y los diferentes gobiernos incapaces de afrontarlo y contenerlo, son demasiados años desde 1977, en donde a excepción de los Gobiernos de UCD, todos los que vinieron después han pasado por periodos y circunstancias que colocaron la Nación ante un retrato de Dorian Grey de la corrupción.
Para el precepto moral que debe acompañar a toda sociedad con aspiraciones de libertad, bienestar y decencia no debe ser admisible transitar como si tal cosa por los cientos, si, cientos, de políticos condenados y casos múltiples, con todas las variantes, especialidades y modelos imaginables. ¡Vamos! Que por creatividad no ha quedado.
Esta situación es grave no únicamente por los condenados y sus casos, también está la laxitud con que los que deberían ser los guardianes políticos afrontan los casos, poniendo el foco y elevando la tensión sobre los contrincantes, mientras tratan ridículamente de poner sordina sobre lo que les afectan, aunque sean idénticos, con una amplia panoplia de excusas que son tratadas «amablemente» por los adecuadamente engrasados medios amigos.
Esta situación lleva la cosa pública a dos cauces sobre los que navega la ciudadanía, el rechazo, el de todos son iguales, todos son los llevan crudo … y el descrédito que tan letal resulta para la democracia, el estado de derecho, la separación de poderes y la necesaria confianza que debe percibir la gente.
En otro lado, lamentablemente por parte de mucha gente, están las adhesiones acríticas, la fidelidad perruna a las siglas partidarias, el votar a los míos en contra de los otros, que han hecho que la corrupción y la delincuencia política en su más amplio sentido no afecte demasiado a la intención de voto, lo cual deja impunes bastantes tropelías que en consecuencia resultan demoledoras para un sistema sano democráticamente hablando y lo que es peor, con la esperanza de lograrlo en las antípodas.
Autor: Alfonso del Amo-Benaite. Consultor de Mercados & Marketing.